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January 26, 2016

Una campanada de libertad

Aproveché las largas horas de escala que tenía en Filadelfia (Estados Unidos), para visitar en persona la famosa campana de la libertad, símbolo de la revolución estadounidense y de la igualdad de derechos para mujeres y personas de color.


La campana de la libertad es un referente para quienes buscan conocer el complejo origen y la consolidación de un país construido por gentes de muchos rincones del globo, un país que, con sus defectos, es una indiscutible fuente de oportunidades, de libertad individual y de respeto a las diferencias. 

Sin embargo, no fue un camino fácil. Estados Unidos vivió una cruenta guerra de la independencia y una no menos sangrienta guerra civil. Las desigualdades para el hombre de color persistieron hasta bien entrado el siglo XX y, todavía, hay resabios y heridas abiertas de tiempos oscuros e injustos que solo el pasar de los años y la eterna vigilancia de las libertades y la memoria podrán curar. 


Es bueno comprender que la libertad no es un cheque en blanco que tenemos para hacer lo que nos plazca. Al contrario, es una gran responsabilidad que asumimos sea donde sea que estemos: obrero, empresario, funcionario público, padre, hermano, hijo, amigo. Es, sin duda, un rol protagónico que permite forjar nuestro porvenir político, económico y social. 

No en vano se eriza la piel del visitante que lee la inscripción de la campana: “Proclamen la libertad por todo el territorio hasta que sea escuchada por todos”. También decía una ilustración que la mayor fortaleza de la campana es la manera en que simboliza la nunca acabada búsqueda de la libertad y la necesidad de permanecer siempre vigilantes para no perder los progresos ya conquistados.

Pensando en Bolivia y en el decisivo referéndum que pretende permitir la reelección de los principales gobernantes de turno, veo la necesidad de pedir que no seamos mezquinos; compartamos con nuestro vecino, que, quizá, no conoce o no se da cuenta de que, cuando el Estado es personalizado en un partido y sus intereses, este se corrompe y comete los más grandes abusos. 

Que en febrero el país construya su propia campana de la libertad. Gritemos con diversos acentos, idiomas y colores un No rotundo a la improvisación y al estancamiento. Dejemos que las cosas sigan su curso natural: que el agua corra, que el aire circule, que las personas pasen y que nunca nos cansemos de defender nuestra vocación democrática y libertaria

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