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January 20, 2016

Reflexión en un avión

Son innumerables las veces que hemos escuchado o nos hemos hecho la pregunta "¿Y dónde es que está Dios?". Es evidente que esa expresión puede tener distintas connotaciones. A veces, es fruto de duras crisis causadas por malas noticias, por situaciones dolorosas, por injusticias. A veces se la hace en un tono desafiante y sobrador.

Me incomoda y, con seguridad no soy el único, cuando se hace esa pregunta en tono retórico y burlón. Ahí es cuando prefiero evitar la palabra; cuando en nuestra moderna arrogancia de querer comprenderlo todo nos hacemos daño a nosotros mismos y enrarecemos el ambiente.

Soy un tipo que suele evitar discusiones acaloradas sobre la Fe, la política, la economía y la ética. Prefiero intercambiar criterios; escuchar la opinión del otro sin sentir que se me quiere imponer una visión y exponer mis ideas sin pretender cambiar al que me escucha. Y es que cada persona tiene sus propias convicciones, que son producto de sus experiencias, de su educación familiar, de su contexto histórico. Carece de sentido enfrascarse en tires y aflojes que solo alejan a las personas del entendimiento.

Así pues, huyo del escepticismo burlón, porque es totalitario, porque no escucha, porque es contagioso y, sobre todo, porque estoy convencido de que tener fe es confiar, confiar es esperar, esperar es tener esperanza. Y en definitiva, la  confianza y la esperanza son elementos indispensables para ser feliz y para que la sociedad funcione de una mejor manera.

En efecto, la confianza, la esperanza, otorga, desde paz interior hasta rapidez y eficiencia en los procesos más cotidianos y terrenales. Por eso, entre otras cosas, es que prefiero huir de quienes, con mala intención, buscan romperla, no ya en lo estrictamente espiritual sino también en lo mundano.

Sin embargo, por esta vez, he decidido no hacerlo, pues me ha emocionado hasta las lágrimas descubrir que Él estaba ahí. En la cama de ese hospital. En la sonrisa de ese enfermo. En esa fe inquebrantable. En esa fuerza sobrenatural. En el amor, el dolor y la paciencia de sus padres.

Mejor que nunca entendí porqué Francisco nos pide a gritos que salgamos a la periferia, donde están los enfermos, los pobres, los olvidados. Comprendí que la periferia no es estrictamente geográfica ni socioeconómica, muchas veces está más cerca de lo que se piensa. Así como tampoco es una cuestión de misericordia hacia ellos, sino hacia nosotros mismos.

Ha sido la primera vez y, espero que no la última, en que no necesité tener fe, no necesité confiar: porque lo toqué, lo sentí y lo vi. Fue un privilegio que reconfortó mi corazón, lo llenó de gozo, y sería un acto de egoísmo no expresarlo en palabras y no compartirlo.


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