“No me voy a rendir nunca, si tengo que
seguir peleando, voy a seguir peleando”. Esas palabras llenas de convicción, daban
vueltas en mi cabeza, mientras de fondo escuchaba la conversación y un clamor
constante de mujeres que repetían casi al unísono: “una moneda joven, usted la
prometió”. El sol ya no quemaba como cuando hicimos cola para entrar y hasta
soplaba una brisa agradable que acompañaban mis pensamientos.