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July 30, 2017

Inquebrantable

“No me voy a rendir nunca, si tengo que seguir peleando, voy a seguir peleando”. Esas palabras llenas de convicción, daban vueltas en mi cabeza, mientras de fondo escuchaba la conversación y un clamor constante de mujeres que repetían casi al unísono: “una moneda joven, usted la prometió”. El sol ya no quemaba como cuando hicimos cola para entrar y hasta soplaba una brisa agradable que acompañaban mis pensamientos.

Tenía la misma sensación de satisfacción de meses anteriores, cuando entré por primera vez, con la diferencia de que ahora ya no me estremecía ver esas mujeres mendigando unos centavos, ni me impresionaban los presos usando chalecos de “Disciplina” que se ofrecían de “Taxi” para guiarte hasta el destino a cambio de unas monedas.

En Palmasola todo se reduce a un par de monedas con palabras que se repiten de memoria: “joven, yo con mucho respeto lo saludo y me ofrezco a llevarlo”, “joven, yo con mucho respeto le pido alguna moneda que le incomode”. Palmasola, al igual que nuestros hospitales y escuelas, refleja nuestra profunda pobreza. Si queremos ver el estado de nuestra sociedad, basta con hacer una visita y sentir la condición inconclusa y precaria de nuestras instituciones. Es, realmente, un ejercicio por demás de saludable, que no se puede practicar ni imaginar entre las luces de los centros comerciales ni en los números oficiales sobre nuestro crecimiento económico.

Salía de visitar por segunda vez a Zvonko, a quien le acababan de negar (de nuevo) un derecho básico: poder defenderse en libertad. Ya todos lo sabemos, pero así como él no se cansa de pelear, yo no me voy a cansar de repetirlo: hace más de 7 años está detenido sin sentencia ni pruebas. He escrito decenas de veces las cualidades que veo en él, pero no está de más repetirlo; Zvonko está forjando un liderazgo auténtico, necesario y precioso desde los rincones más oscuros, donde viven los olvidados y marginados; liderazgo del cual nos vamos a beneficiar todos los ciudadanos que anhelamos una política de principios.

Estoy convencido de que las personas inteligentes y valientes sacan lo mejor de los peores momentos; ese precisamente es Zvonko, un tipo que saca la sonrisa en medio del sufrimiento y que aprovecha su desgracia para trascender en la memoria colectiva y ser ejemplo para su familia y extraños como yo, que se conmueven con el idealismo de las causas justas y que aman la Justicia Poética, que en este caso está cada vez más cerca de alcanzarse.

La hermosa tenacidad con la que Zvonko defiende sus ideales lo agranda y lo hace visible a los ojos de todos. Él está incomodando a mucha gente, porque no se cansa y consigue fuerzas de quién sabe dónde. Zvonko incomoda, porque pone sobre la mesa, no solo los defectos y vicios del proceso que lo priva de libertad, sino que también hace visibles temas como la retardación de la justicia, la corrupción y el estado de nuestras instituciones públicas.

Cuando le niegan la libertad, sus carceleros gozan de victorias con sabor amargo, porque saben que su preso es cada vez más difícil de esconder; ya no entra en las consciencias de las mentes malvadas ni en la de los indiferentes. No tiene nada que perder y tiene todo por ganar. Dice que no se va rendir nunca y que si tiene que seguir peleando, va seguir peleando. ¿Qué hacemos con este hombre de alma inquebrantable?, se preguntan incómodos los que orquestan el accionar de la mal llamada justicia boliviana.

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