Desde la caída del régimen de Evo Morales estamos viviendo un
proceso lento y doloroso, pero muy necesario, de regeneración democrática y
transición hacia la institucionalidad. Lento porque no se construye país de un
día para otro, peor aún luego de 14 años de destrucción. Y doloroso, porque
mientras se construye debemos aprender a convivir con la incertidumbre propia
de la lucha democrática, que no abarca solamente llevar adelante un proceso
eleccionario transparente y justo, sino también enfrentar amenazas cobardes
como las de armar milicias o provocar división y ansiedad en la sociedad civil
con desinformación y malas intenciones.