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January 18, 2020

Sembremos respeto


Desde la caída del régimen de Evo Morales estamos viviendo un proceso lento y doloroso, pero muy necesario, de regeneración democrática y transición hacia la institucionalidad. Lento porque no se construye país de un día para otro, peor aún luego de 14 años de destrucción. Y doloroso, porque mientras se construye debemos aprender a convivir con la incertidumbre propia de la lucha democrática, que no abarca solamente llevar adelante un proceso eleccionario transparente y justo, sino también enfrentar amenazas cobardes como las de armar milicias o provocar división y ansiedad en la sociedad civil con desinformación y malas intenciones.

Desde la incertidumbre que generó el vacío de poder de noviembre hasta la consolidación de un gobierno de transición que, con sus limitaciones, ha podido lograr su acometida de generar estabilidad y paz, han sucedido muchas cosas, como la conformación de nuevas alianzas, la desintegración de otras y el giro total en materia de prioridades; dejamos de luchar por sacar a un gobierno nefasto para luchar por la implementación de nuevos valores en la administración del Estado (libertad de expresión, respeto a las diferencias, transparencia, profesionalismo, etc.).

Sin duda, esos valores que se encuentran en total abandono y empolvados por más de una década de abusos, no van a ser fáciles de poner operativos. Somos en esencia un país plural y complejo, por lo cual, nos vamos a tener que ir acostumbrando, de a poco, a tener gobiernos de coalición, un parlamento más plural y, sin duda, nuevos y más jóvenes políticos que se ganaron un espacio en la lucha de los 21 días. Estos últimos, con sus acciones y decisiones verán reflejado en las urnas, el poder que la gente les va confiar para los próximos 5 años.

Tristemente, la salida del anterior gobierno, lejos de ahuyentar los argumentos sobre el voto útil y las ínfulas de superioridad moral respecto a quién debe ir de candidato, han ido en aumento, rayando en la agresividad en todos los frentes en contienda. Sin embargo, lo que deben entender los políticos y sus seguidores es que, la verdadera dispersión del voto, el verdadero enemigo de la democracia y verdadero riesgo de que vuelva el MAS al poder, se incuba en la intolerancia hacia otras opiniones y otros candidatos.

Mientras menos argumentos levantemos en favor de un plan de gobierno y de unos ideales, y más agresividad injustificada esgrimamos contra nuestro adversario, las diferencias se volverán irreconciliables y provocará una verdadera dispersión del voto cuando después del 3 de mayo, los políticos sean incapaces de llegar a consensos y de tejer alianzas gracias a orgullos mancillados por guerra sucia, insultos y descalificaciones.

Hay un hecho evidente y es que Bolivia probablemente nunca sea un país bipartidista. Puede ser una perogrullada, pero aceptarlo nos va permitir ver con más claridad que el objetivo grande es recuperar el país y que para hacerlo hay que conciliar intereses luego de una lucha basada en argumentos; sobre ideas de gobierno, economía, salud, educación. Después y no antes, con respeto y no con agresividad, las diferencias se podrán volverán más difusas y la gobernabilidad se garantizará por sí misma.

La violencia que provoca creernos dueños de la verdad, solo nos va hacer perder la fe y la ilusión que tanto costó volver a recuperar, no dejemos que eso pase. Evitar que se enrarezca el ambiente y que reine el pesimismo puede ser tarea de todos. Dicha tarea se puede volver fácil solo recordando cómo estábamos hace 6 meses.

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