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February 18, 2020

Pasó el sueño


Hace poco más de un año escribí un artículo “Sueños de Libertad”. El título lo dice todo: no eran más que sueños. Sueños de que para las elecciones de 2019 se cierre un círculo de vicioso de 14 años de despilfarro. Dicho sueño no se cumplió, pues tuvimos unas elecciones desabridas, con poco o nulo debate, con medios autocensurados, candidatos peleando en desigualdad de condiciones, con electores cuyas decisiones se tenían que resignar a moverse en el cómodo eje del “voto útil” (Mesa) o “voto duro” (Morales) y, por último, con una manipulación grotesca de los resultados.

Hasta hace muy poco tiempo había un panorama realmente desolador. Mientras nuestros bosques se incendiaban y los gobernantes se creían autosuficientes para hacerle frente al fuego sin pedir ayuda internacional, también se consolidaba una dictadura, que día a día se superaba a sí misma en su incapacidad para administrar el país y dejaba a su paso un tufo de soberbia que resultaba insoportable de aguantar.
Mirar con esperanza el futuro era una tarea realmente difícil, por no decir imposible. Los gobernantes de turno habían olvidado, a punta de golpes cobardes, la alternancia de poder (21F), la rendición de cuentas (corrupción descarada) y el pensamiento plural (exiliados, perseguidos y encarcelados). 

Han pasado un par de meses desde los 21 días de intensas protestas, que fueron reflejo de un hartazgo acumulado por 14 años de abuso. En esos 21 días finalmente se había hecho realidad el sueño de libertad. Sin embargo, seguimos sin asimilar que la etapa “sueño” ya ha terminado y que estamos ante un momento histórico, en el que nuestras decisiones marcarán la hoja de ruta de nuestra anhelada salida del lastre del nacional-populismo.

Sin duda, es necesario despertar de este hermoso sueño que nos tiene llenos de esperanza y empezar a actuar con cabeza fría, con responsabilidad y con patriotismo por nuestro futuro. Es fundamental que contemos con un proceso electoral rico en propuestas, en debate y en convicciones claras, pero enmarcadas en respeto y predisposición para el consenso. De esa forma, se van a sentar las bases institucionales y republicanas de un país con poderes independientes y firmes para actuar ante cualquier nueva amenaza antidemocrática.   

Si algo aprendimos los 21 días de protestas, es a despojarnos de la mentalidad del caudillo mesiánico. Nadie tenía que venir a salvarnos, ni a conquistarnos. La ciudadanía organizada, con roles individuales, diversos y espontáneos, fue la encargada de hacer posible lo que parecía tan difícil y lejano. Ese hecho, sin duda, marca un hito que perdurará en la historia y que quedará impreso en la consciencia de cualquiera que ose a subestimar nuestra fuerza cívica y convicción democrática.

Asimismo, debemos volver a confiar en nuestras autoridades e instituciones y a su vez reconstruirlas: las fuerzas del orden se portaron de una manera ejemplar y es nuestro deber ayudarlas a que puedan seguir siendo ese soporte clave de la armonía y la convivencia. El sueño fue hermoso, pero ya pasó. Ahora toca, despertar, levantarse, sincerarse con la realidad, actuar y exigir que se actúe con mucha cordura y esperanza, porque todo puede ser mejor. Ser optimista nunca había sido tan fácil.

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