"Porque sos un puerto imaginario; pero un puente real entre los
grandes mares de la tierra. Aquí se encuentran los cuatro puntos cardinales de
la rosa que marca el rumbo de los astros y del bohemio vagabundo" Ruber Carvalho
Después de realizar un viaje inolvidable por la Chiquitanía cruceña;
pasando por San José, Chochís, Roboré,
Santiago y finalmente la ciudad vecina de Corumbá, la historiadora Paula Peña
me obsequió un diario de viaje titulado “De Santa Cruz a Paris en 1894”, escrito por Amelia Toledo de Roca.
Peña me dijo que debía leer el libro para completar mi experiencia y,
sin duda, no se equivocó. El texto, editado por el Grupo Editorial La Hoguera
bajo iniciativa de la familia Landívar Roca, cuenta con una muy bien escrita
introducción de la señora Elvira Roca de Cuéllar, nieta de la autora, además de
un exquisito prólogo de Paula Peña.
Así pues, el diario constituye una rica fuente de testimonio histórico
sobre personajes y lugares como Santa Cruz, Corumbá, Asunción, Buenos Aires y
Paris. Amelia, la autora, era una
cruceña culta, apasionada amante de su familia y ferviente mujer de fe
católica. siempre preocupada por la problemática política y social de su
región. Escribía notas de prensa, poesías, ensayos, cuentos, traducía a
literatos franceses e ingleses.
El papá de Amelia, Augusto Toledo, fue uno de los lideres intelectuales
de la Revolución Federal de los Domingos, siendo encargado del “Semanario de la
Revolución” y Amelia era una pieza clave en la redacción de cada una de las
publicaciones.
El tiempo de Amelia no puede resultarnos más interesante a sus
lectores, bien por el contexto local, de fuerte crisis económica en el Oriente,
con el surgimiento del Federalismo, bien internacionalmente, con el cambio de
siglo, una época importantísima en la historia de la humanidad debido los
enormes progresos científicos y técnicos que se estaban dando.
En efecto, esos avances de finales del siglo XIX dieron lugar a una era
en la que surge el fenómeno del viaje como lo entendemos hoy en día. El
nacimiento de la fotografía, en Paris, con los daguerrotipos, la construcción
de miles de kilómetros de vías férreas y el establecimiento de una clase
media-alta consumidora, inician una etapa de curiosidad y desplazamientos
masivos que acercó a millones de personas y culturas.
Amelia, al tanto de las tendencias culturales e intelectuales, elabora
un diario que ahora nos sirve como rica fuente de testimonio. Solo le faltó
poseer una cámara fotográfica para que aquella documentación de su recorrido
sea una joya única en su especie. Algo que, sin embargo, era casi imposible en
aquel entonces, debido al tremendo costo y peso del aparato, que probablemente era
ciencia ficción para la gran mayoría de esas 18 mil almas que vivían en Santa
Cruz.
El motivo del viaje era traer mercadería de Europa y al mismo tiempo hacerse
un control médico. Con un préstamo de 2.000 libras esterlinas inició con su
esposo Crisanto Roca Pinto un largo y duro viaje de casi 3 meses; a caballo, en
carretón, en vapores de distintos tamaños y en ferrocarriles.
En su prólogo, Peña nos recuerda que la ruta de Amelia fue la misma que caminó Ñuflo de Chaves; la
misma que luego recorrieron los valientes jesuitas, los emprendedores de la
goma y la castaña y por la que hoy pasa el corredor bioceánico. Es una ruta por
la que pasaron muchos soñadores que hicieron camino al andar y levantaron
utopías posibles en el corazón del continente, dejando siempre espacio para que
alguien más llegue.
Asimismo, cabe señalar que a finales del siglo XIX los cruceños
plantearon un sinnúmero de proyectos para llegar al Atlántico por el Oriente,
sin embargo, esos proyectos quedaron siempre olvidados en la sede de Gobierno,
entre debates estériles e ignorancia sobre la región. No obstante, es un acto
de justicia recordar que la apertura de caminos continuó por iniciativas
privadas y personales a costa de sacrificio, valentía y actitud emprendedora de
notables cruceños.
Aprovechemos como excusa, que este mes celebramos 455 años de fundación,
para recorrer las entrañas de nuestra historia. Hagámoslo como simple gesto de
reconocimiento a todos esos valientes que hicieron posible nuestra tierra de
oportunidades, asumiendo retos y peligros con un espíritu visionario, indomable
y libre.
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