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July 8, 2015

La lección de un niño que clama justicia

Estos días circula por las redes sociales la carta de Milan (un niño de 7 años) al papa Francisco, pidiéndole ayuda para que su padre, preso hace más de 6 años sin sentencia, recupere su libertad. Es una carta de puño y letra, tan conmovedora como las líneas más apasionadas del mejor de los poetas.
Y, es que en pocas palabras, un chico que se ha visto obligado a madurar apresuradamente por los avatares de la vida, le habla al papa de vos a vos, con una fe y una sencillez realmente envidiable.


La fe de un niño, que en un minuto enseña cómo hacer una oración auténtica, cómo tratar a Dios, en este caso a su representante en la tierra. Le contó su afición, su alegría y su tristeza, dejó claro cuál es su deseo más fuerte. Además, por si fuera poco, no se olvidó de que el papa también es humano (cuántas veces nosotros lo olvidamos incluso con los nuestros) y le propuso sentarse a charlar de fútbol y le recomendó abrigarse para su misa.

La carta de Milan me hizo entender mucho mejor porqué Jesús pidió que nunca dejemos de ser como niños. El trato auténtico, el corazón limpio, la alegría de saber perdonar y ser perdonado, la belleza de las palabras sencillas y sinceras, el cariño que debe estar siempre presente aunque se esté viviendo un momento difícil.

El clamor de este niño nos debe hacer recordar que existen muchísimas más personas que también sufren la misma pesadilla de una justicia lerda, corrupta y por momentos paralizante. Nos debe hacer recordar que en Bolivia no existe la presunción de inocencia, ya que si conviene a determinados intereses se aplica al revés.


Dios quiera que la visita de Francisco y los rezos sinceros de personas como Milan, sirvan para que las cosas se empiecen a hacer sin odio y sin resentimiento, de manera transparente y franca, siempre con alegría y nunca perdiendo la esperanza y las ganas de soñar con un mundo más justo, más humano.






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