Estos días
circula por las redes sociales la carta de Milan (un niño de 7 años) al papa
Francisco, pidiéndole ayuda para que su padre, preso hace más de 6 años sin
sentencia, recupere su libertad. Es una carta de
puño y letra, tan conmovedora como las líneas más apasionadas del mejor de los
poetas.
Y, es que en pocas palabras, un chico que se ha visto obligado a madurar apresuradamente por los avatares de la vida, le habla al papa de vos a vos, con una fe y una sencillez realmente envidiable.
Y, es que en pocas palabras, un chico que se ha visto obligado a madurar apresuradamente por los avatares de la vida, le habla al papa de vos a vos, con una fe y una sencillez realmente envidiable.
La fe de un
niño, que en un minuto enseña cómo hacer una oración auténtica, cómo tratar a
Dios, en este caso a su representante en la tierra. Le contó su afición, su
alegría y su tristeza, dejó claro cuál es su deseo más fuerte. Además, por si
fuera poco, no se olvidó de que el papa también es humano (cuántas veces
nosotros lo olvidamos incluso con los nuestros) y le propuso sentarse a charlar
de fútbol y le recomendó abrigarse para su misa.
La carta de
Milan me hizo entender mucho mejor porqué Jesús pidió que nunca dejemos de ser
como niños. El trato auténtico, el corazón limpio, la alegría de saber perdonar
y ser perdonado, la belleza de las palabras sencillas y sinceras, el cariño que
debe estar siempre presente aunque se esté viviendo un momento difícil.
El clamor de
este niño nos debe hacer recordar que existen muchísimas más personas que
también sufren la misma pesadilla de una justicia lerda, corrupta y por
momentos paralizante. Nos debe hacer recordar que en Bolivia no existe la presunción
de inocencia, ya que si conviene a determinados intereses se aplica al revés.
Dios quiera que
la visita de Francisco y los rezos sinceros de personas como Milan, sirvan para
que las cosas se empiecen a hacer sin odio y sin resentimiento, de manera
transparente y franca, siempre con alegría y nunca perdiendo la esperanza y las
ganas de soñar con un mundo más justo, más humano.
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