El
hombre tiene dentro de sí ambas potencias; de sus decisiones y no de sus
condiciones depende cuál de ellas se manifieste, dice Victor Frankl en un
fragmento de su emblemático libro El hombre en busca de sentido.
El
pensador judío, era un convencido de que cuando un ser humano tiene un para
qué, puede atravesar cualquier cómo. Estaba seguro de aquello porque lo
comprobó en carne propia al sobrevivir a un campo de concentración nazi: no se
cansaba de afirmar que las ganas de volver a encontrarse con sus seres queridos
y de publicar una obra inconclusa eran los motivos que lo mantuvieron vivo
durante los años de su calvario.
Frankl
observó que cuando sus compañeros perdían su para qué, a los pocos días se
debilitaban y terminaban sucumbiendo ante la muerte. Su pensamiento cobró una
fuerza tremenda al finalizar la guerra; se dedicó a dar conferencias y a tratar
a personas con severa depresión, consiguiendo la rehabilitación de sus
pacientes mediante la búsqueda del sentido de la vida que cada uno de ellos podría
tener.
Así
fue como el famoso psiquiatra dio origen a la logoterapia, cuyo principal
axioma es que la voluntad de sentido es una fuerza primaria para la salud,
primero mental y luego física, del ser humano.
No pude evitar recordar el
pensamiento de Frankl al leer la entrevista de Zvonko Matkovic en El Deber el
15 de julio. Las líneas de la nota reflejan un hombre realista, cansado de una
justicia lenta, cansado de la extorsión, cansado de la manipulación. Pero un
hombre con una voluntad de sentido robusta. Qué más sentido puede tener alguien
que dejar un legado valiente y honorable a su descendencia.
Matkovic afirma que podría inculparse
por un crimen que no cometió y terminar con su sufrimiento y, francamente, de
hacerlo, nadie, absolutamente nadie, podría recriminarle nada. No obstante, él
afirma que su libertad ahora pasa a un segundo plano. Que prefiere enseñarle a
su hijo, desde el presidio, que los principios son algo que no deben negociarse
y que hay que luchar por ellos.
En una situación como esta, en la que
hay un proceso viciado, carente de pruebas y con toda la maquinaria
institucional corrompida y lista para dar un veredicto parcializado, lo más
racional, lo más práctico, sería como dice Matkovic, inculparse y negociar una
salida. Es una circunstancia en la que nadie puede exigirle un comportamiento
heroico. Pero el ejemplo que quiere darle al hijo, que es algo que perdura de
por vida, pesa más, tiene más fuerza, es un para qué que le permite enfrentar
cualquier cómo.
Es un padre orgulloso, y con razón,
tiene un hijo que con sus escasos años, entiende una realidad compleja y dura,
que mira alto y de frente, sin miedo, ni vergüenza, y lo más destacable, sin
rencores. Respeto y admiración total por la lección de dignidad y libertad que
nos da esa familia.
http://www.eldeber.com.bo/santacruz/zvonko-matkovic-ribera-milan-hizo.html
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