"Y hoy el noble y el villano,
el prohombre y el gusano
bailan y se dan la mano
sin importarles la facha" Joan Manuel Serrat
el prohombre y el gusano
bailan y se dan la mano
sin importarles la facha" Joan Manuel Serrat
Después
de cuatro años de vivir en la capital de Navarra, Pamplona, me faltaba algo
para ser un local más. Efectivamente, ese algo era vivir un San Fermín en carne
propia.
No había tenido la oportunidad hasta este año y, sin duda, ha sido una experiencia mágica, surrealista por momentos.
No había tenido la oportunidad hasta este año y, sin duda, ha sido una experiencia mágica, surrealista por momentos.
Decenas
de cuadras antes de llegar al centro ya se siente un ambiente de fiesta, miles
de personas de todas las edades con una sonrisa en el rostro yendo al punto de
encuentro y, todos, pero todos, con la misma ropa: pantalón y camiseta blanca con
un pañuelo rojo en la mano.
Entre
el barullo y la algarabía popular, los gritos y los cánticos, mientras el agua
y el vino moja a los celebrantes en una calurosa mañana de julio, era difícil
no recordar pasajes de la famosa obra con la que Hemingway se coronó con el
nobel de literatura, instituyendo a la fiesta grande de Pamplona en un
referente mundial del turismo.
Llegada
las 12 del medio día se produce el famoso chupinazo; la marea de gente explota al
grito de ¡Viva San Fermín, Gora San Fermín!! Dando rienda suelta a 9 días de
fiesta, que aportan a la ciudad la suma de 74 millones de euros. Y, detrás de
lo que puede parecer caos, desenfreno y suciedad, hay una organización bestial
que vela por el orden, la seguridad y la limpieza constante de la ciudad, tarea
difícil -considerando que Pamplona multiplica por cinco sus habitantes-, pero
no imposible.
Como
todo elemento de identidad, el gran acontecimiento pamplonica se ha visto
sometido al cambio. La fiesta que conocemos hoy presenta notorios elementos que
difieren de la tradicional fiesta religiosa. Desde el año 1951 se decidió mover
la festividad de otoño a verano debido a las inclemencias del tiempo, y coincidiendo
con que en julio se celebraban ferias y espectáculos taurinos, terminaron por
fusionarse con lo religioso.
Muy
probablemente, de no haberse producido este cambio, el apasionado amante de las
corridas de toros, Ernesto Hemingway, nunca hubiera escrito su novela y los
sanfermines serían una fiesta más de las miles que hay en el país ibérico.
Los nueve
días de fiesta tienen atractivos para todas las edades y todos los públicos.
Están familias, con padres, abuelos y niños que se emocionan al ver a la
comparsa de gigantes y cabezudos (gigantes de cartón y madera que a
determinadas horas desfilan por la ciudad). Para los piadosos está la famosa
procesión de San Fermín. Para los aficionados a los toros, desde el 7 al 14 de
julio se hacen encierros y corridas por las calles del centro, en los cuales
siempre hay unos cuantos heridos y, una que otra vez, algún desenlace fatal.
Las bandas de música amenizan el ambiente y Pamplona se convierte en la gran
anfitriona de gente de todo el mundo haciendo cumplir a cabalidad una única
regla: divertirse.
Además
del impacto económico que aporta esta famosa fiesta, existe un valor y una
utilidad social detrás de ella que es inconmensurable. El hecho de que durante
unos días del año, los ciudadanos olviden sus diferencias, sus roles diarios,
abandonen los atuendos propios de la rutina y se reúnan con alegría y sin
distinciones, hace que se fortalezcan los lazos de ciudadanía generando un
valor insospechado al momento de afianzar un sentimiento común de identidad y
pertenencia.
El
equivalente a este fiesta en mi tierra, Santa Cruz, es el carnaval, que como
toda fiesta popular presenta rasgos similares. Sin embargo, la fiesta que yo
conocí es una en la que los segmentos de población que se divierten por
separado son cada vez mayores, perdiéndose la esencia y la finalidad que debe
generar una fiesta grande. A mi juicio, la ciudadanía debe apoderarse de las
calles y demostrar que ella y nadie más es la dueña y señora del pueblo.
No
hay duda de que la segmentación del carnaval cruceño fue un proceso gradual
ocasionado por hechos vandálicos que enlutaron a la ciudad. No obstante, vale
la pena luchar por reclamar mayor seguridad y organización en lugar de no hacer
frente a los problemas que estarán siempre ahí y serán cada vez mayores. Nunca
una solución de fondo es mirar hacia otro lado.
No comments:
Post a Comment