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June 26, 2015

Libertad con responsabilidad

Victor Krankl, psiquiatra austriaco, sobreviviente de los campos de concentración nazi, cuando en los años 70 visitó Estados Unidos, vio la estatua de la Libertad en Nueva York dando la bienvenida a los inmigrantes.

Después de recorrer el país dictando conferencias señaló que sería bueno construir otra estatua llamada de “la Responsabilidad” en la costa oeste.


Hace días que las declaraciones de Donald Trump acerca de los inmigrantes mexicanos siguen dando la vuelta al mundo y haciendo un daño invisible pero irreparable a personas desequilibradas y fáciles de manipular.

No hay duda, lo de Trump fue una apología a la ignorancia y también a la violencia. Le hizo daño a su propio país y a su propio partido. Si los republicanos quieren hacerse con la casa blanca en las próximas elecciones, deben luchar contra su principal enemigo, ellos mismos.

La misma semana en que Donald Trump hizo sus declaraciones ocurría otro hecho más grave: un muchacho desquiciado abría fuego contra personas de color en una iglesia. Mató a 9 y no se inmutó en decir que lo que quería provocar era una guerra racial.

El joven de la matanza de Charleston, evidentemente, es una persona enferma, que no recibió ayuda de sus seres queridos, al contrario, lo que recibió fue mala influencia y vía libre para que su desorden psíquico enlute a todo un país. El daño ya está hecho y, para muchos, es irreparable.

Dos sucesos distintos, dos colectivos atacados y la necesidad imperativa de pensar en la responsabilidad individual y en el límite que debemos poner a la libertad de decir estupideces. Las personas vivimos en sociedad y nuestras acciones, nuestras palabras e, incluso, nuestras actitudes, tienen un poder de influencia insospechado en nuestro entorno.

Las palabras de un líder, en este caso, un aspirante a gobernar el país más poderoso del planeta, tienen un poder de influencia brutal. Trump humilló, con toda la arrogancia del que se cree invencible, con toda la ignorancia de quien vive aislado de la realidad, de quien no tiene ni idea del drama que supone emigrar, estar dispuesto a vivir calvarios y a hacer enormes sacrificios con tal de avivar la llama de la esperanza a tener una vida digna.

El solo hecho de que un icono de la fanfarronería, el derroche y la ignorancia, se plantee la posibilidad de gobernar el país más poderoso del mundo es síntoma evidente de que estamos viviendo una degradación de la actividad política. Por eso, el repudio debe continuar, no puede parar. Qué razón tenía Frankl: libertad con responsabilidad y un monumento para no olvidar. 




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