Victor Krankl,
psiquiatra austriaco, sobreviviente de los campos de concentración nazi, cuando
en los años 70 visitó Estados Unidos, vio la estatua de la Libertad en Nueva
York dando la bienvenida a los inmigrantes.
Después de recorrer el país dictando conferencias señaló que sería bueno construir otra estatua llamada de “la Responsabilidad” en la costa oeste.
Hace días que
las declaraciones de Donald Trump acerca de los inmigrantes mexicanos siguen
dando la vuelta al mundo y haciendo un daño invisible pero irreparable a
personas desequilibradas y fáciles de manipular.Después de recorrer el país dictando conferencias señaló que sería bueno construir otra estatua llamada de “la Responsabilidad” en la costa oeste.
No hay duda, lo
de Trump fue una apología a la ignorancia y también a la violencia. Le hizo
daño a su propio país y a su propio partido. Si los republicanos quieren
hacerse con la casa blanca en las próximas elecciones, deben luchar contra su
principal enemigo, ellos mismos.
La misma semana
en que Donald Trump hizo sus declaraciones ocurría otro hecho más grave: un
muchacho desquiciado abría fuego contra personas de color en una iglesia. Mató
a 9 y no se inmutó en decir que lo que quería provocar era una guerra racial.
El joven de la
matanza de Charleston, evidentemente, es una persona enferma, que no recibió
ayuda de sus seres queridos, al contrario, lo que recibió fue mala influencia y
vía libre para que su desorden psíquico enlute a todo un país. El daño ya está
hecho y, para muchos, es irreparable.
Dos sucesos
distintos, dos colectivos atacados y la necesidad imperativa de pensar en la
responsabilidad individual y en el límite que debemos poner a la libertad de
decir estupideces. Las personas vivimos en sociedad y nuestras acciones,
nuestras palabras e, incluso, nuestras actitudes, tienen un poder de influencia
insospechado en nuestro entorno.
Las palabras de
un líder, en este caso, un aspirante a gobernar el país más poderoso del
planeta, tienen un poder de influencia brutal. Trump humilló, con toda la
arrogancia del que se cree invencible, con toda la ignorancia de quien vive
aislado de la realidad, de quien no tiene ni idea del drama que supone emigrar,
estar dispuesto a vivir calvarios y a hacer enormes sacrificios con tal de
avivar la llama de la esperanza a tener una vida digna.
El solo hecho de
que un icono de la fanfarronería, el derroche y la ignorancia, se plantee la
posibilidad de gobernar el país más poderoso del mundo es síntoma evidente de
que estamos viviendo una degradación de la actividad política. Por eso, el
repudio debe continuar, no puede parar. Qué razón tenía Frankl: libertad con
responsabilidad y un monumento para no olvidar.
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