El filósofo español, Rafael
Alvira, es uno de los fundadores, junto a otros pensadores y empresarios, del
Instituto Empresa y Humanismo de la Universidad de Navarra (1986). Creación
destinada a pensar y cuestionar constructivamente el accionar empresarial. Fundamentalmente
se busca que los principios éticos –básicos y cada vez más olvidados–, sean
junto a los saberes técnicos, herramientas indispensables en la toma de
decisiones del directivo.
En un breve ensayo titulado “¿Qué
es el Humanismo Empresarial?”, el autor resume de manera sencilla, pero
exquisita, la doctrina de lo que debe ser la empresa: una organización manejada
por personas conscientes de su extenso radio de influencia societaria, cuyos
intereses no deben estar al margen del todo social, pues, es tan indigno el
modo de vida de quien está aislado en la mendicidad, como el del acaudalado que
vive sin interés por nadie.
Al igual que la familia, la
empresa, es un ente que unifica y organiza la sociedad. Por eso, el empresario debe
hacerse con su responsabilidad, mostrar amor propio, y dejar claro que no
necesita un aparato regulador externo (Estado) para cuidar por la dignidad de
los que caen bajo su esfera. Desde fuera no se puede velar correctamente por la
dignidad de las personas, aquello debe estar interiorizado, caso contrario
siempre se encontrarán modos de vulnerar las regulaciones externas, necesarias,
sí, pero muchas veces superfluas y alejadas de la realidad.
En suma, el Humanismo Empresarial
consiste en que la élite dirigente sea consciente de su responsabilidad con el
todo social, tarea que se empieza brindando atención al trabajador, antes como
persona, que como cualquiera, tiene necesidades, problemas, vicios y virtudes
particulares y no puede ser encasillada en un conjunto impersonal de trato. El
primer peldaño de la escalera, está en darle importancia al trabajo, otorgar
condiciones espacio-temporales adecuadas y ofrecer una remuneración justa. Conseguir aquello, por convicción propia y no
por falsos condicionamientos jurídicos, será posible cuando seamos capaces de eliminar
la asociación del –obviamente importante– beneficio económico, ligada al
maltrato, la miseria del alma y la codicia.
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