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May 1, 2014

Unión, pero de verdad

En la Cumbre Juvenil Latinoamericana, celebrada en la capital cruceña, el canciller del Estado David Choquehuanca, instó a los jóvenes presentes a pensar en la patria grande, algo sin duda fundamental para que la región alcance la relevancia internacional que desea.
Ya hace casi dos siglos, el ilustrado Simón Bolívar abanderaba la idea de una América unida y fuerte; pero desde entonces la idea ha sido ultrajada, bien por mezquindades o por ignorancia. De cualquier forma, lo cierto es que hoy seguimos muy lejos de tener un continente cohesionado, que responda en bloque a asuntos en materia económica, política, social y cultural.

Está claro que resulta extremadamente complejo tejer una unidad continental si consideramos lo vasto del territorio y la diversidad de sus gentes. No obstante, el principal reto para tejer una integración verdadera es poseer instituciones supranacionales para que sean órganos que actúen con diligencia y alejados de circunstancialidades a corto plazo. Tristemente tenemos lo contrario; una incipiente institucionalidad convertida en legitimadora de abusos o instituciones clonadas que buscan favorecer el clima de confusión e incertidumbre que tanto necesitan quienes lo último que desean es unidad.  

Hay que considerar que la unidad americana no será posible, y tendrá que resignarse a seguir siendo un vacuo y abstracto discurso, en la medida en que no se fomente el comercio y se elimine el exagerado proteccionismo económico vigente. México, Colombia, Perú y Chile se han dado cuenta de que sólo se alcanza elevados niveles de bienestar y cohesión mediante el comercio y han dado pasos clave con la Alianza del Pacífico; mientras que otros como Bolivia que se resisten a apostar por la senda de la integración, optan por el discurso grandilocuente y desdeñan las acciones concretas.

El viejo mundo comprendió después de siglos de violencia y crueldad, que sólo con integración fronteriza, una institucionalidad supranacional fuerte y un mercado único despojado de trabas aduaneras, se podría evitar conflictos incoherentes y eliminar sistemáticamente los odios étnicos-raciales productos de la incendiaria propaganda nacionalista y su consecuencia, el derramamiento de sangre. Se podrá señalar un sinfín de defectos, sin embargo, aquel camino demuestra ser la senda correcta para conseguir una verdadera unidad, que vaya más allá del discurso y que se ponga manos a la obra. 

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