“Se hizo pobre para enriquecernos con su
pobreza”. Con esas palabras de San Pablo en alusión a Jesús, el papa Francisco
inicia su mensaje para la cuaresma 2014.
Nos recuerda algo importante que frecuentemente olvidamos; Dios no se revela mediante el poder y la riqueza, sino mediante la debilidad y la pobreza. Por eso, pone el ejemplo de Jesús, quien “no hizo caer la salvación desde el cielo, como la limosna de quien da parte de lo que para él es superfluo”, sino que se metió entre nosotros, se hizo uno más, para cargar con nuestras miserias.
Nos recuerda algo importante que frecuentemente olvidamos; Dios no se revela mediante el poder y la riqueza, sino mediante la debilidad y la pobreza. Por eso, pone el ejemplo de Jesús, quien “no hizo caer la salvación desde el cielo, como la limosna de quien da parte de lo que para él es superfluo”, sino que se metió entre nosotros, se hizo uno más, para cargar con nuestras miserias.
El santo padre nos invita a
trabajar la virtud del desprendimiento, a la que están llamados quienes son
ricos en bienes materiales y también quienes no lo son. Por eso, nos advierte
que la miseria no coincide con la pobreza, y distingue tres tipos de miseria: la
material, que normalmente llamamos pobreza y consiste en vivir en condiciones no dignas; esto es,
estar privados de alimentos, de trabajo y de la posibilidad de desarrollo. En
segundo lugar está la miseria moral, que es convertirse en esclavos del vicio y
del pecado, como el alcohol, las drogas, el juego, entre otras desgracias. El
pontífice nos dice que la miseria moral es también la causa de la ruina
económica y siempre va unida a la tercera clase de miseria: la espiritual, que
es cuando nos creemos superhombres y pensamos que solo nos bastamos a nosotros
mismos.
Con su distinción sobre las
distintas formas de miseria, el papa Francisco quiere recordarnos que hay mucha
gente que está sufriendo y, no solamente por aspectos materiales básicos, sino
también por causas espirituales. La virtud del desprendimiento a la que nos
exhorta debe ser un despojo que duela, porque nos dice que desconfía de la
limosna sin su dimensión penitencial, que no cuesta y que no duele.
Sin duda, se debe luchar contra
la miseria material con mucho empeño porque de ella derivan grandes
sufrimientos físicos e injusticias. No obstante, también hay que ir sin tregua contra
la miseria moral y espiritual, las más graves, porque escapan de la dimensión
temporal y tienen repercusión eterna.
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