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April 4, 2014

La miseria y sus formas


“Se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza”. Con esas palabras de San Pablo en alusión a Jesús, el papa Francisco inicia su mensaje para la cuaresma 2014.
Nos recuerda algo importante que frecuentemente olvidamos; Dios no se revela mediante el poder y la riqueza, sino mediante la debilidad y la pobreza. Por eso, pone el ejemplo de Jesús, quien “no hizo caer la salvación desde el cielo, como la limosna de quien da parte de lo que para él es superfluo”, sino que se metió entre nosotros, se hizo uno más, para cargar con nuestras miserias.

El santo padre nos invita a trabajar la virtud del desprendimiento, a la que están llamados quienes son ricos en bienes materiales y también quienes no lo son. Por eso, nos advierte que la miseria no coincide con la pobreza, y distingue tres tipos de miseria: la material, que normalmente llamamos pobreza y consiste en  vivir en condiciones no dignas; esto es, estar privados de alimentos, de trabajo y de la posibilidad de desarrollo. En segundo lugar está la miseria moral, que es convertirse en esclavos del vicio y del pecado, como el alcohol, las drogas, el juego, entre otras desgracias. El pontífice nos dice que la miseria moral es también la causa de la ruina económica y siempre va unida a la tercera clase de miseria: la espiritual, que es cuando nos creemos superhombres y pensamos que solo nos bastamos a nosotros mismos.

Con su distinción sobre las distintas formas de miseria, el papa Francisco quiere recordarnos que hay mucha gente que está sufriendo y, no solamente por aspectos materiales básicos, sino también por causas espirituales. La virtud del desprendimiento a la que nos exhorta debe ser un despojo que duela, porque nos dice que desconfía de la limosna sin su dimensión penitencial, que no cuesta y que no duele.


Sin duda, se debe luchar contra la miseria material con mucho empeño porque de ella derivan grandes sufrimientos físicos e injusticias. No obstante, también hay que ir sin tregua contra la miseria moral y espiritual, las más graves, porque escapan de la dimensión temporal y tienen repercusión eterna. 

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