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May 11, 2014

El problema del abuso inconsciente

Bolivia ocupa el primer lugar por violencia de género en Latinoamérica. Según la ONU en 2013 7 de cada 10 mujeres sufrieron violencia física y según el Instituto Nacional de Estadística el 87% de las mujeres del país sufren algún tipo de violencia. Y, como es lógico suponer, la impunidad relacionada a este delito es preocupantemente alta.

Diariamente somos testigos de todo tipo de violencia hacia la mujer y hacer distinciones socioeconómicas es algo que carece de sentido. El abusar y humillar al sexo femenino está tan arraigado en nuestra cultura que, incluso en ocasiones, hay quienes no logran distinguir si hay o no hay violencia o acoso.

Tal caso es el del alcalde cruceño Percy Fernández, cuyo desubicado proceder ante una periodista no sorprendió a nadie, fundamentalmente porque no es la primera ocasión que sucede y también porque, cabalmente, hay quienes consideran que aquel suceso no es algo reprochable, sino tan solo un acto bellaco más del burgomaestre.

Asimismo, es un tanto preocupante que dicha autoridad pida disculpas, en primera instancia delegando parte de la culpa a los periodistas por hacer “escándalo mediático” y, en segunda instancia, mediante un video, afirmando creer que no cometió una falta a la dignidad y el honor de la periodista.

Lo más cabal que pudo hacer el alcalde era asumir toda la culpa y retractarse sin poner excusas, pero no lo hizo, y demostró lo vigente que está la forma improvisada de hacer política, dejó claro que el razonamiento del “le meto nomás” es algo interiorizado en la clase dirigente, que debiera estar compuesta por intachables referentes morales para el colectivo y no por gente que no asume la responsabilidad de sus actos.

Está claro que cualquiera puede equivocarse; pedir disculpas sinceras y, más aún, perdonar sinceramente, son una de las características más nobles que tiene el ser humano. El problema radica cuando el oprobio es reincidente; en tal caso la disculpa pierde valor, porque el infractor se ha encargado de devaluarla. La mejor disculpa es cambiar de actitud y comportarse con la altura que el cargo le exige. 

El lastre social que supone la violencia de género se lo combate con educación, y la mejor manera de educar, qué duda cabe, es con el ejemplo. Ya estuvo bueno de manoseos. 

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