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June 5, 2014

El límite de la paciencia

El contenido de los diarios está cada vez más invadido por episodios, uno más dramático que otro, de inseguridad ciudadana. Los hechos más recientes hablan de una mujer embarazada asesinada a balazos y una muchacha universitaria, también asesinada, pero a golpes.

Aquello, en vez de sensibilizar a la comunidad, la hace más “fuerte” y, a la vez, más cobarde ante la desgracia ajena. Se da una mezcla de miedo y resignación que conlleva al silencio y al olvido, a vivir soportando lo que ya es insoportable.  

Al cabo de unos días los macabros sucesos quedan olvidados hasta que una nueva ola de tragedia nos sacude nuevamente. Y así pasan los meses y los años, así pasa la vida: entre silencio de impotencia, silencio de cobardía, silencio de ignorancia. Así pasa la vida, mientras la sociedad se desangra, mientras las familias se fragmentan, mientras aumenta la cantidad de gente muerta en vida, mientras nos convertimos en una masa de incomunicación y de ansiedad ¿Sos vos o yo el próximo?

Sin embargo, la historia enseña, que en un determinado momento la ira revienta y la lidera alguien que ha perdido el miedo a la muerte; porque mataron a su hijo, porque violaron a su hija, porque mataron a sus padres, porque lo que le importaba ya no está o porque en la extorsión de la plata o la vida, le arrancaron el alma y le dejaron la vida. Es ahí cuando surgen las más grandes rebeliones populares, cuando alguien es capaz de acaudillar y aunar a un ejército suicida, no por una ideología, sino por la vida del que ya no está y no va volver. Así, por hechos aparentemente insignificantes, explotan las primaveras que hacen temblar hasta al más grande de todos los canallas.

Aquellos levantamientos no buscan poder, solo tienen hambre de justicia, solo buscan devolver esa sensación de angustia y miedo a todos los responsables de las estructuras podridas que lo causan. Buscan, fatigosamente, calmar el sufrimiento, aun sabiendo que eso es imposible. Muchísimo cuidado, que hasta el más pacífico de los pueblos tiene una paciencia limitada y no hay nada más temible que aquel pueblo de pie gritando: ¡Basta!!

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