El pasado 11 de octubre se conmemoró el día de la
mujer boliviana, acompañado de una curiosa medida gubernamental que otorgaba un
día de descanso a las personas de este género. Erróneamente se cree que la
reivindicación por la igualdad de género puede llevarse a cabo con medidas de
corto plazo de crédito político inmediato. Pero lo cierto es que esas acciones acentúan
aún más el daño que ya hay instituido.
Por ejemplo, en España, las mujeres que se
reincorporan a su empresa después de dar a luz, gozan de 11 años de blindaje
legal ante despidos. En teoría, aquello suena como algo positivo para
resguardar el empleo y las oportunidades. Pero nada más lejos de la realidad,
solamente castiga el número de incorporaciones femeninas, su remuneración y la
posibilidad de promoción a mejores puestos.
La desigualdad de género es un hecho global, lo cual no
es motivo para la resignación con indiferencia, sino al contrario, debe ser el
motivo para buscar nuevas maneras de hacer que reviertan una realidad cultural
enraizada en siglos de historia. Para abordar el asunto, es fundamental empezar
a tomar conciencia sobre la necesidad de equilibrar la administración del
hogar, de tal manera que la mujer pueda tener mayor margen de acción fuera de
casa y pueda conseguir consolidar su carrera profesional, teniendo las mismas
oportunidades que un varón.
No obstante, aquello también trae consigo un problema complejo:
el descenso de la natalidad. Tal es el caso de Europa, que ha llegado al
extremo de poner en riesgo el remplazo generacional, con la interesante
excepción de los países nórdicos y el Reino Unido, que han demostrado que se
puede conciliar el mundo laboral y el familiar. En esta última década, han
alcanzado una media de 1,9 hijos por mujer, por encima del 1,57 de media
europea. La receta fue, entre otras cosas, establecer exenciones fiscales para
promover la reincorporación laboral de la mujer y flexibilizar los permisos,
tanto de maternidad como de paternidad.
Si bien los resultados parecen halagüeños, no todo es
color de rosa. En Suecia, las mujeres todavía ganan 20% menos que los varones y
gozan de menores oportunidades de promoción. Para la Ministra de Igualdad
sueca, parte de la solución al problema está en la flexibilidad de los permisos
de paternidad; cuando éstos se dividen de forma más equilibrada entre ambos
sexos, el padre de familia puede involucrarse más en las tareas domésticas,
otorgando así mayor equilibrio al trabajo del hogar. También, defiende la
institución de una ayuda económica (desgravaciones fiscales) a las familias que
contraten personal doméstico, política ya introducida exitosamente en
Finlandia.
Por último, sugiere un cambio de mentalidad en la
empresa, aunque esto antes debe ir acompañado de un cambio de actitud de las
parejas hacia sus roles. No se puede pedir flexibilidad en la empresa, si antes
no existe la flexibilidad en la familia. Como bien dijo el economista, Veerle
Miranda: “Para crear igualdad de género en el trabajo, primero es necesario
crear igualdad de trabajo en casa”.
Hay razones para ser optimistas. Enfocar las cosas de
manera distinta está demostrando que sí es posible una sociedad más equitativa.
No es una tarea fácil, muchas posibles soluciones pueden generar problemas
secundarios igual o más graves que los que se quieren resolver. Por eso, solo
debe caber una mirada amplia, alejada de los activismos ideológicos y la
politiquería barata inmediatista.
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