Pierre Bourdieu define el Capital
Social como las conexiones sociales, la pertenencia a grupos, y la
respetabilidad y reciprocidad que existe hacia el cumplimiento de las normas. El
Banco Mundial señala que “el Capital Social se refiere a las instituciones,
relaciones y normas que conforman la calidad y cantidad de las interacciones
sociales de una sociedad”.
Si examinamos a Bolivia en Capital
Social, vemos que según la ONG Transparencia Internacional, el 38% de los
bolivianos hemos pagado un soborno en materia judicial en los últimos 12 meses.
Además, la percepción de la gente sobre corrupción es muy negativa,
especialmente en relación con instituciones como: la policía, los partidos
políticos, el poder judicial, los funcionarios y servidores públicos.
Asimismo, de acuerdo con el
informe del Banco Mundial "Doing Business 2016", Bolivia se encuentra
entre los países más difíciles para abrir una empresa (posición 178 de 189). Y
en la ultima posición del ranking en cuanto a la facilidad para pagar impuestos.
En Bolivia, una empresa de tamaño medio necesita 1025 horas por año para pagar
impuestos, mientras que en la región de América Latina sólo 366 y 175 en los
países desarrollados. Además, una empresa de tamaño medio en Bolivia debe hacer
42 pagos de impuestos al año en promedio, mientras que en América Latina son 30,
y en los países desarrollados 11,8.
Aquellos indicadores son una
pequeña pero contundente muestra de la imperiosa necesidad que existe en el
país de crear las bases de un Capital Social que nos permita tener
transacciones diarias más flexibles, honestas y eficientes. Para ello primero
se necesita romper el circulo vicioso de la desconfianza sobre el que esta construido
nuestro quehacer diario y así tejer las bases de un sistema en que la
corrupción, los atajos a las normas y el dinero mal habido sean socialmente
repudiados. Eso sí, un sistema donde las normas no carezcan de sentido común y
puedan ser cumplidas sin que se nos vaya la vida y el negocio en ello.
Afortunadamente, existen también
buenos ejemplos y razones para la esperanza. Tal es el caso de nuestro sistema
de micro-finanzas, que es ampliamente conocido como uno de los más complejos y
competitivos del mundo. Este sector es distinguido por ser forjador de Capital
Social, ya que la base de sus operaciones se sustentan, a grandes rasgos, en la
otorgación de capital a sectores vulnerables de la población que carece de
colateral tradicional (activos tangibles, capital, historial crediticio, etc.) para
acceder a financiación.
En efecto, los beneficiarios de
estos servicios carecen de colateral tradicional, pero en la lógica de los
microcréditos, existe un colateral social (confianza, honorabilidad, garantías
grupales, etc.) que ha demostrado ser exitoso. Dicho éxito se basa en diversas
variables, entre ellas: tasas de mora menor al 2%, altos índices de
rentabilidad y creación de micro-empresas y empleo.
Lo más apasionante de este tema es
que demuestra que confiar, que es el primer paso para crear Capital Social, no
solo tiene un beneficio intangible, sino que también es rentable. Así pues, la
lógica de los microcréditos puede servir de base, no solo en materia de
creación de Capital Social, sino también como puntapié para políticas públicas
y de desarrollo, que den lugar a una masa social emprendedora, autónoma y dueña
de su destino.
Estos días presentaré mi tesis de
maestría en Administración de Empresas “El rol del Capital Social en el éxito
de las micro-finanzas y el rol de las micro-finanzas en la construcción del
Capital Social”, y no podría estar más contento con el tema elegido, ya que me
confirma que siempre hay espacio para la esperanza y para confiar en los demás,
incluso en los entornos más difíciles.
;D
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