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April 7, 2016

Nada se destruye, todo se transforma

Durante estos días, los productores de leche han ejercido medidas de presión e incluso han solicitado la nacionalización de la empresa PIL Andina, que sostiene que no puede seguir pagando los 3.70 Bs. Por litro que fijó el Gobierno en noviembre de 2014. Los ejecutivos de PIL explican que las drásticas caídas de los precios de la leche en el contexto internacional hace que sea imposible exportar los excedentes del producto, y para que la compra de leche sea viable deben reducir el precio de 3.70 Bs. a 1.40 por litro

 Los productores de leche exigen que el precio máximo de compra se conserve para toda la producción y han mantenido su postura con severas protestas que incluso causaron gasificaciones de la policía. Ante pedidos de diálogo por parte del Gobierno, la empresa PIL ha acordado mantener los precios de compra mientras dure dicho proceso de conversación. Sin embargo, es evidente que mantener los precios regulados es insostenible a corto, mediano y largo plazo, ya que continúan cayendo en picada en todo el mundo.

Hace más un año la Unión Europea eliminó las cuotas a la producción de leche y, por tanto, el incremento de oferta ha provocado disminución de los precios en Irlanda, Alemania, Francia, Lituania, España, entre otros, donde también ha habido productores disconformes y protestas. Asimismo, en Estados Unidos, la producción y desperdicio de leche alcanza cada año cifras records, que ha provocado un descenso en el precio de hasta 40%.

No cabe la menor duda de que los productores tienen razones para la angustia, y es que es el producto de su trabajo lo que resulta afectado. Sin embargo, es inaceptable pretender que la economía se rija en base a cuotas a la producción, subvenciones y regulaciones que, a la larga perjudican a todos los contribuyentes y consumidores.

No hay nada nuevo bajo el sol. El debate sobre lo que es un “precio justo” tiene tantos años como opiniones y conflictos al respecto. Hace más de 600 años San Bernardino de Siena sentó bases claves para la teoría económica con su idea del valor subjetivo, en la que señala que el precio de un bien se basa en la importancia que el individuo le otorga al mismo de acuerdo a una circunstancia concreta (entiéndase oferta y demanda). Años más tarde, Luis Saravia de la Calle, basado en la idea de San Bernardino, afirmaría que “el justo precio nace de la abundancia o falta de mercadería, de mercaderes y dineros, y no de las costas, trabajos y peligros”.

Fueron esas bases lógicas y sencillas, de las que luego se nutrirían prominentes pensadores como Menger, Mises, Hayek, entre muchos otros paladines del liberalismo económico y enemigos de medidas como la regulación de precios y cuotas de producción. Aunque de otra escuela, Adam Smith también se oponía a ese tipo de distorsiones, afirmando que “cuando varios carniceros tienen el privilegio exclusivo de vender carne, pueden ponerse de acuerdo para fijar el precio que quieran. Este privilegio no beneficia ni siquiera a los propios carniceros, ya que los demás oficios se hallarán igualmente organizados, y si venden cara la carne comprarán caro el pan. El más perjudicado es el público, que encuentra todas las cosas menos accesibles y de inferior calidad”.

En definitiva el mercado es dinámico, se encuentra en constante cambio, llevando con él la fuerza de millones de personas que lo moldean de acuerdo a sus preferencias y preocupaciones. Ir en contra de él es tan ingenuo como querer tapar el sol con un dedo y solo genera problemas mayores como el desincentivo a la producción o la creación de mercados negros.

Es aquí donde la innovación juega un papel fundamental para la supervivencia. Schumpeter escribió hace más de medio siglo en “Capitalismo, socialismo y democracia” que son los emprendedores y sus ideas innovadoras, los que permiten el crecimiento económico. Así pues, ellos son “agentes de destrucción creativa” que acaban con viejos modelos de negocios  y generan otros nuevos. Puede doler pero nuestra economía global no permite que nadie se escape de los diferentes procesos de destrucción. Los productores de leche y, en realidad, todo empresario que quiera permanecer rentable y sostenible en el tiempo, debe saber anticiparse, moverse rápido y ofrecer lo que los consumidores quieren, no al revés. Nada se destruye, todo se transforma.



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