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November 5, 2015

Kilmainham y Palmasola: recuerdos del presente

Hace unos días visité la emblemática cárcel irlandesa de Kilmainham, conocida mundialmente por ser escenario de películas como “In the name of the father”, “The Mackintosh Man”, entre otros clásicos.

Los pasillos estrechos, desolados y las celdas frías que uno puede contemplar en el recorrido, son testimonio suficiente para hacerse una idea del sufrimiento de las miles de personas que la habitaron. Allí convivieron sin distinción de sexo ni edad, hacinados, hambrientos y enfermos presos de muy diversa índole: asesinos, niños sentenciados a un par de semanas por robar un pedazo de pan, líderes nacionalistas irlandeses, entre otros.

Muchos hombres y mujeres que pusieron las primeras piedras de la República Irlandesa pasaron semanas, meses y años privados de libertad y en muchos casos terminaron condenados a una muerte violenta. Tal es el caso los míticos James Conolly, Patrick Pearse, Éamon de Valera, Thomas Clarke, o la feminista Constance Markievicz. Esta última se salvó de la pena de muerte por su condición de mujer. Y se cree que De Valera salvó su pellejo gracias a su nacionalidad estadounidense.

Kilmainham es ahora un concurrido lugar para irlandeses y extranjeros que buscan aprender, reflexionar y, en definitiva, recordar y honrar la memoria de los que padecieron el horror de la muerte a causa de las propias convicciones.

Para algunos, visitar Kilmainham es viajar a un pasado cada vez más lejano, pasado que muchas veces cuesta comprender porque ahora, gracias a tantas heridas, la gente abomina la justicia subordinada a intereses particulares,  se valora el respeto a la dignidad humana y se da por supuesta la libertad de expresión. Visitar Kilmainham significa ver que hay lugares donde sí se pudo dejar atrás la violencia, lugares donde el pasado tiene un fin reconciliador y donde se hace un llamado permanente a la consciencia porque no están dispuestos a cometer o sufrir las mismas atrocidades del pasado

No obstante, para los visitantes de esos mundos anacrónicos; donde todavía no está claro porqué debe respetarse las diferencias ni la dignidad de las personas; donde las prisiones reflejan la descomposición del sistema; donde todavía existen niños a los que se les roba la infancia, y; donde todavía hay presos sin condena ni pruebas, nos preguntamos si acaso no es posible evitar tanto error innecesario.

Deseo imaginar un futuro mejor para esos lugares que todavía son iconos del atraso, el abuso y la corrupción. Deseo, que como Kilmainham, sean ventanas de un pasado al que nunca hay que volver. Deseo que uno de esos lugares reciba muchos visitantes, para que se enteren, que cuando todavía era un sitio dominado por la injusticia, un papa fue, en persona, a ofrecer la esperanza del crucificado.












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