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April 26, 2015

La lógica del don: generación de riqueza y paz social

Es oponiendo razón al sentimiento, planteando la voluntad de paz contra las bruscas locuras, como los pueblos logran reemplazar la guerra, el aislamiento y el estancamiento por la alianza, el don y el comercio Marcel Mauss

Consciente de la necesidad de fortalecer las formas internas de solidaridad en la economía, Marcel Mauss escribió en 1924 Ensayo sobre el don: forma y función del intercambio en las sociedades arcaicas.
El autor parte del brillante trabajo de campo de Malinowsky en las Islas Trobiand y de una de sus premisas concluyentes: la reciprocidad es uno de los principios básicos de la humanidad.


La lógica del don consta de tres obligaciones: dar, recibir y devolver. Dar es la esencia y solo tiene sentido si se ofrece a ajenos del clan, si sale de nuestra esfera y genera lazos cohesionadores. La obligación de recibir no es menos coercitiva, rechazar un don significa desprecio. Y, por último, devolver, que es clave porque el individuo que recibe debe ser capaz de depender más de sí mismo que de los otros. El exceso de generosidad -dice Mauss- sería tan nocivo para él y para la sociedad cuanto el egoísmo; la caridad es hiriente e inconscientemente tratamos de suprimir la noción de dependencia.

Así pues, en este sistema está la llave para el perfeccionamiento de nuestras instituciones y de nosotros mismos. No por nada, décadas más tarde, Benedicto XVI observó que la lógica del don es el mejor compañero del binomio mercado-Estado. Si se quiere salir del subdesarrollo escribe el pontífice se debe dar una apertura progresiva al contexto mundial de la actividad económica, pero acompañado de ciertos márgenes de gratuidad.

Aunque desarrollar este sistema no es nada sencillo. Primero hay que hacer de la confianza una norma, basándonos en leyes que no están escritas ni deben estarlo. Ya dijo el pontífice en su encíclica Caritas in veritate, que la razón instrumental no es el único uso de la razón, que el mercado de la gratuidad no existe y las actitudes gratuitas no se pueden prescribir por ley, sin embargo, tanto el mercado como la política necesitan de personas abiertas al don recíproco.

Resulta difícil no relacionar las virtudes características de la lógica del don al modo de ver y hacer del cruceño. Nadie discute que el modelo cooperativista o la hospitalidad hecha norma consuetudinaria, bien pueden aplicarse en muchos lugares, no obstante, la sociedad cruceña es un ejemplo muy particular de organización y cohesión en una coyuntura compleja; su acelerado desarrollo ha generado una comunidad extensa y heterogénea y aun así ha conservado unos niveles de convivencia y entendimiento envidiables.

Sin embargo, el dinamismo propio de las sociedades florecientes seguirá poniendo a prueba la capacidad de aceptar, asimilar y convertir en propio a lo extraño. Por eso, Marcel Mauss, observó inteligentemente la importancia y necesidad de rescatar prácticas como la alegría de dar en público, el placer del gasto artístico generoso, la hospitalidad, la fiesta privada o pública, la cooperación entre individuos y entre grupos profesionales: porque ese es el espacio donde tomamos una profunda conciencia de nuestra individualidad y de nuestra realidad social.

Aquel desafío nos invita a reforzar aquello que sirve de ente cohesionador: las cooperativas, las fraternidades, las comparsas, el carnaval, las organizaciones filantrópicas, culturales y profesionales, deben constantemente reinventarse para no dejar de ser ejemplos de primera línea en cuanto a desprendimiento, gratuidad, camaradería y sentido de comunidad se refiere.


Nuestras fiestas, reivindicaciones sociopolíticas y manifestaciones de solidaridad, aparte de ser folklore, diversión, interés de poder y afán de reconocimiento, deben ser ante todo espacios de reencuentro, de generación de lazos y aprendizaje mutuo. Solo así será posible renovar y preservar un modelo hasta ahora exitoso, sostenido por una cadena vigorosa de reciprocidad: dar, recibir y devolver.

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