Desde tiempos remotos las
comunidades humanas crean personajes míticos e instituciones idealizadas que sirven
de escudo ante lo extraño. Un obsesivo sentimiento de vulnerabilidad nos lleva
a crear motivos por los cuales podemos matar con justificante.
Mientras evolucionan las
instituciones que rigen el orden social también lo hacen los conceptos que las
sustentan. Si antes se mataba por los derechos de sucesión de un monarca o por
la religión del reino, hoy se asesina por la soberanía de la patria o en nombre
de la utilidad. Aunque, por supuesto, existen anacronismos que permiten la
coexistencia de guerras santas en pleno siglo XXI junto a formas de violencia
moderna.
Estereotipar al enemigo es la
forma más habitual y más eficiente de atrincherar a un ejército para defender
lo que sea, para acometer hasta la más repulsiva atrocidad. La energía y la
unión que genera la creación de un personaje grotesco y violento, que no tiene
razones para su accionar, es de tal magnitud, que resulta merecedor de un
severo castigo el intento de acercamiento.
Recientemente se armó polémica
por una “selfie” en la que aparece miss Israel y miss Líbano juntas y
sonrientes. Aquella fotografía le costó a la libanesa una serie de amenazas, de
autoridades de su país de retirarle la corona, entre otras intimidaciones de
algunos de sus paisanos.
Claramente, el que intente
encontrar grises en una batalla en la que solo caben blancos y negros, se
convierte en un verdadero peligro para los generalizadores, porque eso agota el
combustible del odio.
Asimismo, el reciente y espeluznante
atentado en París, también nos presenta un escenario en el que resulta muy
difícil encontrar el acercamiento e invita a plantearnos mucho más que la
mejora de un sistema de seguridad.
¿Cómo se va actuar ante un
emergente discurso xenófobo que se erige también como una forma de terrorismo? ¿Qué
provoca que sea imposible para algunos asimilarse en la sociedad de acogida? Por
último, y no por eso menos importante, ¿cómo se va desmantelar a los numerosos
grupos de cobardes que matan en nombre de Dios y de una religión?
Sin duda, poner a toda una
cultura en el mismo saco con unos terroristas es lo menos inteligente que se
puede hacer, porque aplicar la generalización termina convirtiéndose en una
forma de violencia, que rápidamente se traduce en mayor distanciamiento y
hostilidad. No obstante, puede que eso esté buscando el hombre-masa para poder entronizarse.
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