Los empresarios se quejan por la
prohibición de firmar contratos temporales de un plazo menor a 24 horas
semanales o por la posibilidad que tienen algunos trabajadores de jubilarse dos
años antes, en caso de haber llevado a cabo determinados trabajos (labores
repetitivas, trabajos con altas temperaturas o en ambientes ruidosos).
Por otro lado, no muy lejos de
Francia, en España, el ministro de Hacienda, ha publicado tres leyes que
conforman una reforma fiscal. La más llamativa de ellas es un “exit tax”, un impuesto que, a grandes
rasgos, consiste en confiscar parte de los
capitales que se retiren de España; algo incomprensible en un país que está saliendo malherido de una profunda
crisis económica y, lo que más necesita es, precisamente, el fomento a la
inversión privada.
La lamentable excusa del
personero de gobierno fue decir que en otros países como Alemania, Estados
Unidos, Francia u Holanda, este impuesto ya existe, como si aquello fuera una
garantía para el éxito.
Europa todavía se encuentra
sumergida en un mar de contradicciones que no la permite salir airosa de la crisis económica (últimamente política). No
hay voluntad real para
superar el estancamiento y el pesimismo, porque
todavía se cree ilusamente en el concepto hegeliano de Estado, como un ente
perfecto, que posee la solución a todos los problemas.
Así
pues, se subestima la importancia de la capacidad y la iniciativa individual,
en favor de obesos sistemas, muchas veces corruptos, que pretenden la absoluta
reglamentación de las distintas esferas de la vida. Precisamente, allí descansa
la lógica de imponer múltiples impuestos, trabas y reglamentos alejados de la
realidad y de las verdaderas necesidades de la gente, poniendo en riesgo los enormes
avances que trajo el proyecto comunitario europeo en materia comercial, como la
unión aduanera y monetaria.
Mientras
tanto, el mundo sigue cambiando a un ritmo implacable, cada vez más competitivo
e interconectado, en cual solo existen dos opciones: regular y gravar hasta por
el aire que se respira o confiar en las personas, en la iniciativa y en la
creatividad para solucionar problemas. “Laissez faire, laissez passer”, dejen hacer,
dejen pasar.
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