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October 26, 2014

Una herencia a recuperar

“El Crisol Olvidado”: así titula Mary Ann Glendon, profesora de leyes en la Universidad de Harvard, un ensayo en el que aborda el fundamental y olvidado aporte latinoamericano en la declaración de los derechos humanos universales de 1948.
Glendon afirma de que a pesar del trauma que significó para la humanidad la Segunda Guerra mundial, la idea de los derechos humanos era muy poco relevante en el orden de prioridades de las principales potencias que se reunieron en la naciente Organización de Naciones Unidas. Sin embargo, el bloque latinoamericano siendo el mayoritario (compuesto por 20 Estados), aprovechó su posición y liderado por brillantes oradores e intelectuales, puso sobre la mesa la cuestión de los derechos humanos. 

El camino no fue nada fácil, de hecho, fue frustrante y por momentos, parecía inviable: todavía en aquel entonces eran pocos los que tenían claro que hay derechos que deben ser aceptados por todas las culturas del mundo. 

Para explicar este fenómeno, Glendon cita al intelectual Paolo Carozza, quien afirma que las raíces de aquel movimiento latinoamericano se encuentran en la influencia de la filosofía moral aristotélico-tomista, que dejaron los dominicos en el nuevo mundo, especialmente Bartolomé de las Casas y su lucha contra la esclavitud de los indios, basada en el derecho natural a ser libres por ser miembros de la única comunidad humana. Asimismo, añade que posteriormente fueron fundamentales las ideas revolucionarias francesas que desembocaron en la visión panamericana de Simón Bolívar. 

Después de meses de intensos debates el esfuerzo latinoamericano terminó valiendo la pena y siendo reconocido por el resto de Estados el 9 de diciembre de 1948, cuando se presentó el borrador de la declaraciónAquella herencia que deberíamos tratar de continuar orgullosos, está olvidada y está cada vez más distante de nuestra realidad política y social.

Hace unos días la ONU pidió al gobierno de Nicolás Maduro la inmediata liberación del líder opositor Leopoldo López, petición que debería ser extensiva a todos los exiliados y presos políticos del continente, que sin sentencia ni proceso justo están privados de defenderse en libertad y son condenados por pensar diferente y tratar de cambiar la realidad de sus países mediante el activismo político.

Por muy palmario que parezca, parece que es fácil olvidarque los derechos de las personas son mucho más que emotivos discursos y declaraciones. Si se queda en eso, sin un plan concreto de acción ante su incumplimiento, solamente tendremos la hipocresía institucionalizada, que se propondrá a actuar únicamente cuando la vergüenza y el asco ya no tengan margen para crecer, es decir, después de holocaustos, de limpiezas étnicas, de desplazamientos, dedictaduras, encierros y desaparecidos. Realidades que parecen repetirse en el tiempo porque no las paramos a tiempo.  

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