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October 3, 2014

Aislados, pero observados

Hace unas semanas visité, el “Newseum”, en la capital de Estados Unidos. Un museo establecido en 1997 por “Freedom Forum”, una fundación fuertemente comprometida con la libertad de prensa.

Entre el amplio contenido del lugar, me gustaron especialmente la galería del muro de Berlín, que contaba con el brillante enfoque de cómo gracias a la prensa, una sociedad injusta y opresiva puede derrumbarse, el “Jornalist Memorial”, donde se recuerdan a todos los periodistas del mundo que murieron haciendo su trabajo, la galería sobre la primera enmienda a la constitución de Estados Unidos, en la que se garantiza por primera vez las cinco libertades fundamentales: de culto, de expresión, de reunión, de prensa y petición.

No obstante, lo que más llamó mi atención fue una sala con un gran mapamundi en el que se podía ver el estado de la libertad de prensa en 194 países, con tres rangos distintos: libre, parcialmente libre, no libre. Francamente me resultó difícil asimilar que solo una de cada seis personas viven en lugares con prensa libre.

Los datos son actualizados cada año por “Freedom House”, una institución privada e independiente que monitorea los avances y retrocesos en cada país. Fue interesante ver quiénes han mejorado las condiciones de trabajo para la prensa y quiénes las han empeorado. En una pantalla se podía seleccionar el país y leer sobre la historia reciente en esta cuestión: Bolivia se encontraba estancada en la categoría de “parcialmente libre”.

Se explicaba que el país sufría sistemáticos abusos a la libertad de prensa por parte de altas autoridades, que el clima de trabajo es hostil y peligroso, que la legislación vigente sobre racismo y discriminación, en vez de luchar contra aquello, solo promueve la autocensura y, por si fuera poco, se cuenta un vergonzoso altercado entre el alcalde de Santa Cruz de la Sierra y un periodista.


No es necesario abundar en detalles ni contar qué es lo que se dice exactamente de Percy Fernández o de Evo Morales. Los que viven en Bolivia saben que todo aquello no es ninguna novedad, sino más bien parte de la cotidianeidad. Lo que sí es necesario, debe ser el preguntarnos si el camino de la permisividad hacia los abusos constantes nos lleva a buen puerto. Valorar la prensa libre recién cuando la hayamos perdido sería una verdadera vergüenza. 

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