Hace unos días se celebró en el
Comité pro Santa Cruz el sexto aniversario de la Casa de la Juventud Cruceña,
organización que nació como iniciativa de un grupo de muchachos, que sintió la
necesidad de un espacio que aglutine a la juventud para su formación
intelectual y cívica.
La plural gama de intereses de
sus miembros hizo que, desde el comienzo, aprendan unos de otros, se
complementen y compartan un mismo sueño: que los grandes cambios de la sociedad
cruceña nazcan, como debe ser, desde la juventud.
Seminarios sobre política o
economía, concursos sobre historia cruceña, actividades de ayuda social, entre
otras iniciativas, hicieron que durante estos años cientos de jóvenes se
conozcan, trabajen juntos, salgan de la burbuja (colegio-casa-cama) y
encuentren su vocación de servicio hacia su tierra y su gente.
Hay que felicitar a esta
institución por darnos la esperanza de que estén emergiendo más y mejores
liderazgos; para las próximas elecciones de octubre, Gustavo Serrano y Pablo
Barrientos, ambos fundadores y ex presidentes de la Casa de la Juventud,
participarán como candidatos a diputados suplentes. Aquello es un verdadero
logro considerando el todavía escaso porcentaje de candidatos jóvenes.
Con seguridad este es solo el
comienzo de una generación que mostrará que es posible hacer las cosas bien y
de una manera distinta. Algunos desde la política, otros desde el derecho, la
economía, la ciencia o cualquier otro campo.
Y claro que no serán los
primeros, esta tierra ya sabe qué es parir jóvenes que en momentos complicados
hacen cosas enormes. Esos que no tuvieron más secreto que principios claros y
sinceros, un alma sin precio de venta, un espíritu indomable, rebeldía de la
buena: juventud en su máxima expresión.
Pero para que esto marche es
imprescindible evitar los malos hábitos que conducen a los mismos errores de
siempre. Esos errores que todavía nos tienen viviendo en una peste de profunda
decepción. Afortunadamente ya empiezan a florecer muchas razones para ser
optimistas.
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