Visitantes

March 17, 2014

Una prueba de fuego


La polarización política del globo, especialmente intensa en las últimas semanas, ha despertado viejos fantasmas de la larga y angustiosa Guerra Fría. El resurgimiento de la crispación en Ucrania, ante la invasión rusa, y la posibilidad de contagio a otros lugares advierte, Dios quiera que no, el estallido de un nuevo conflicto por la hegemonía mundial. Si bien es cierto que los protagonistas son básicamente los mismos, la circunstancia de los beligerantes es, lógicamente, muy distinta.

Después del estrepitoso fracaso del comunismo, la nueva Federación Rusa se vio obligada a acometer notables cambios en materia política y económica. Entre algunas medidas, se levantó la censura a la prensa, se permitió someter a referéndum la posibilidad de independencia de las repúblicas miembro de la otrora Unión Soviética, se dio una apertura al comercio exterior y se disminuyó el abultado gasto público. Para salvar el barco del naufragio, el viejo paladín del comunismo llevó adelante una serie de agresivas reformas de orientación liberal.


No obstante, la transición rusa fue liderada por los herederos de la oligarquía del viejo régimen, enriquecida con la dialéctica marxista y la esperanza de los más desfavorecidos. Por ello, no es de extrañar que en el proceso privatizador los mismos directivos de las maltrechas empresas públicas se hayan convertido en sus nuevos dueños. A pesar de todo, es innegable que hoy en día Rusia es un país distinto: más moderno, más competitivo, con más libertades y con una relativa prosperidad económica causada en parte por alza en los precios del petróleo.

Aún así, es importante señalar que, en esencia, Rusia no es muy distinta a la de hace unas décadas; sigue contando con un poder estatal intruso en la esfera económica, rigiendo en aquel ámbito un capitalismo de Estado y, no como algunos dicen, un liberalismo económico. En lo político, el presidente Putin ha resucitado al viejo fantasma de la confrontación entre el poder ejecutivo y legislativo, dañando progresivamente la independencia de poderes. Y en lo social, la intolerancia hacia minorías, como los homosexuales, los musulmanes y los contrincantes políticos, es parte de la dinámica diaria.

 En el lado opuesto, Estados Unidos y sus aliados europeos se enfrentan a serios dilemas internos. La crisis económica, especialmente larga y dura en el viejo continente, ha puesto en entredicho la viabilidad de la unión monetaria y ha mostrado notables signos de debilidad y agotamiento. Sin embargo, es justo reconocer que los pronósticos más catastrofistas no se han cumplido, pero eso sí, no cabe duda de que el problema es estructural, pues la inestabilidad ha originado el rebrote de variables que se creían derrotadas, como el racismo, las opciones políticas extremistas y los euroescépticos.

Asimismo, Estados Unidos ha sufrido un importante desgaste en su prestigio y en sus relaciones con sus socios más cercanos. El espionaje al que estaban sometidas grandes potencias como Alemania, Francia o el Reino Unido, despertó grandes recelos. Todos son conscientes de que el espionaje es parte del sucio quehacer de los Estados, el problema radica en ser descubierto. A esto hay que añadir un evidente debilitamiento económico; a pesar del sostenido crecimiento existen síntomas de desaceleración y, la deuda pública cada vez genera más dudas acerca de su sostenibilidad.

En este contexto, aparentemente poco oportuno, Estados Unidos pondrá a prueba su liderazgo. Los fervientes deseos aperturistas de muchos ucranianos y el despertar de una rejuvenecida maquinaria rusa están a punto de enfrentarse y el desencadenante puede ser dramático. Ciertamente lo que está en juego es de capital relevancia: ante el posible conflicto Europa arriesga su seguridad energética, ya que el 35% proviene de Rusia, pero ésta tendría que pensar cautelosamente si corta el suministro, pues la exportación a Europa supone el 24% de sus ventas.  

Tampoco hay que subestimar el valor simbólico del botín, que puede suponer una nueva era de expansión rusa en Europa del Este y un cambio en la balanza del poder político. Además, para los nacionalistas rusos Ucrania es considerada una pieza fundamental en el mapa geoestratégico. 

En estos momentos de incertidumbre se comprueba que el orden mundial es mucho más débil de lo que se piensa y la institucionalidad imperante no es más que una serie de bienintencionadas declaraciones y compromisos que a la hora de la verdad nadie cumple. Esperemos que la presión diplomática y económica sea lo suficientemente efectiva como para evitar más violaciones al derecho internacional sin la necesidad de violencia. 

No comments:

Post a Comment