Gioacchino Pecci –León XIII– fue
elegido papa en el año 1878 y su pontificado se extendió hasta el 1903, uno de
los más largos. Fue flexible, dialogante, de aire renovador. Tiene muchos rasgos de aquel “hombre nuevo” de
comienzos del siglo XX, aficionado a la ciencia, pero sin descuidar la
filosofía y teología.
Negaba incompatibilidad entre
ciencia y fe; más bien, llamaba a los católicos a dedicarse a las ciencias de
una manera honesta y responsable, advirtiendo inteligentemente, no sucumbir
ante los peligros del cientifismo, que décadas más tarde –como si de una
predicción se haya tratado–, pasaría una cara factura al orden moral de
occidente. De la misma manera se refería sobre la política, instaba a los
católicos a involucrarse y dejar esa actitud, hasta entonces, abstencionista.
No pedía la creación de un partido católico, sino que éstos participen en las
estructuras existentes, decidiendo en plena libertad el partido más acorde al
pensamiento de cada uno.
También, su famosa encíclica,
Rerum Novarum, sentó las bases de lo que hoy conocemos como la Doctrina Social
de la Iglesia, justo en un momento en que acontecían graves problemas sociales,
debido al brusco cambio y dinamismo, que provocó la revolución industrial.
Reprochó tanto al egoísmo explotador como al marxismo violento; habló claro y
fuerte sobre el respeto a la propiedad, la justicia social y puso a la iglesia
como la gran clarificadora en este campo.
Asimismo, señaló la limitación
del mercado como único cohesionador social, ya que la actividad económica
también necesita formas internas de solidaridad, como la lógica del don y la
gratuidad, pregonada décadas más tarde por Marcel Mauss, en un genial ensayo
antropológico, que alcanzó fama mundial. Todo su pensamiento, sencillo y
coherente, también dejó profundas huellas en sus sucesores, entre ellos, Pío
XI, Juan XXIII, Juan Pablo II, Benedicto XVI, y especialmente, pienso que en
Francisco, que muy a su manera tan llena de vida, nos pide manifestarnos contra
la injusticia, “no balconear la vida”, eliminar la “globalización de la
indiferencia” siendo más sensibles y empáticos por las personas que alrededor
nuestro no la están pasando bien.
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