Se presenta un estudio sobre acontecimientos históricos que dieron paso al nacimiento de una de las culturas más peculiares del planeta; esto es, la cultura misionera jesuítica e indígena del oriente boliviano fusionada en una sola.
Se relacionarán dichos acontecimientos con aspectos de actualidad sobre la financiación y sostenibilidad de la cultura misionera y sus elementos patrimoniales. Y por supuesto, como es lógico, se hará hincapié en la importancia de la preservación conjunta tanto del patrimonio tangible como el intangible. El reto es demostrar que es posible el auto sostenimiento de estos pueblos con el uso inteligente de herramientas de la gestión cultural para atraer el turismo, la investigación y el desarrollo productivo en todas sus formas.
Las misiones jesuíticas fueron fundadas por la Compañía de Jesús a mediados
del siglo XVII alrededor de todo el continente americano. Entre las razones de
esta empresa tenemos principalmente los siguientes factores: evangelizar a los
habitantes del nuevo mundo, dar forma a una civilización con las cualidades de
una sociedad cristiana pero sin los vicios propios del mundo europeo, combatir
la caza de indígenas para evitar el tráfico de esclavos y luchar contra el
expansionismo portugués.
La compañía de Jesús fue fundada por el vasco San Ignacio de Loyola en
1529. Estamos frente a una organización religiosa, apostólica y sacerdotal con
la única misión de conseguir “la salvación y perfección de los
prójimos”. La orden fue organizada con un carácter militante de acción
y se caracterizaba por una obediencia disciplinada, muchas veces heroica. La
obra de la contra reforma y la evangelización de los indígenas del nuevo mundo
no se entiende dejando al margen la labor de los Jesuitas. Por esto, es
comprensible que tan solo 28 años después de la aprobación de la Orden ya
tengamos constancia de su presencia en territorios como el Virreinato del Perú
y del Río de la Plata.
Como se ha dicho en las primeras líneas, este trabajo se referirá
exclusivamente a las misiones jesuíticas del oriente boliviano. Esto por la
sencilla razón de que la obra jesuítica en el continente americano tiene una
repercusión amplísima y de resultados diversos; dedicar el estudio a aspectos
generales provocaría la confusión y se perdería la razón del objeto estudiado.
Además, sería absurdo extender la materia de estudio más allá de las fronteras
del oriente boliviano, pues resultaría imposible plasmarlo en las pocas páginas
disponibles.
Organización económica y Social
Las misiones jesuíticas como las de San Javier, Concepción, San Ignacio,
Santa Ana, San Miguel, San Rafael y San José, que ahora son consideradas
patrimonio cultural de la humanidad por la UNESCO, tenían una organización
social muy sencilla. Había dos personas encargadas, una de lo espiritual
(enseñanza de doctrina y cumplimiento de deberes religiosos) y otra de lo
temporal (manejo administrativo, buen funcionamiento de los talleres, cultivos,
estancias, etc.). Asimismo, había una administración que estaba a cargo del
cabildo, que tal como establecen las Leyes de Indias, estaba formado por ocho
miembros que eran renovados cada año (un alcalde, cuatro corregidores, un
alguacil, un escribano de consejo y un mayor domo). Más adelante veremos
cómo esta organización, específicamente los cabildos, influirán en el hallazgo
de un tesoro cultural que invita a ser optimistas con el presente y futuro de
estos pueblos. Ahora bien, la organización económica al igual que la social,
era de carácter simple pero eficiente. Los Jesuitas eran conscientes de que
para lograr la consecución del objetivo fundamental (la evangelización), era
necesario fomentar el desarrollo económico y social. Instauraron un sistema de
economía dirigida, régimen mixto, donde coexistía el colectivismo con la
posesión y uso de la propiedad privada. Los pilares fundamentales para la autosuficiencia
de estos pueblos fueron la agricultura (bajo métodos de trabajo prehispánicos)
y la ganadería (introducida por los españoles). Aquello propició favorablemente
una especie de autonomía de los pueblos misioneros ante la administración
castellana.
La vida diaria y los grandes pedagogos
Hoy en día los jesuitas son considerados como los grandes pedagogos y esto
con mucha razón, pues ellos son los que llevaron adelante una de las empresas
más impresionantes e inéditas del mundo de la educación: la evangelización de
indígenas con lenguas distintas a las suyas y con una precariedad digna de
mencionar, también sería mezquino no hablar, aunque sea en un par de líneas de
este trabajo, sobre la posterior labor jesuita en la fundación de colegios y
universidades a lo largo y ancho del planeta. Las misiones jesuíticas de
Chiquitos y el proceso evangelizador y educativo que se llevó a cabo en éstas
no están exentas de la brillante pedagogía mencionada. Si bien es cierto que la
diversidad lingüística en las poblaciones nativas dificultó el trabajo de les
jesuitas, la aculturación de los indígenas fue mucho más rápida de lo esperada.
El hecho de que los educadores hayan aprendido muchas de las lenguas nativas
ayudó en el proceso, pero eso no es todo, pues un recurso fundamental para esta
empresa fue el uso de la música como elemento didáctico; elemento que ahora se
ha convertido en un rasgo muy fuerte de identidad cultural de los habitantes de
estos pueblos.
El gran precursor de esta idea fue el padre suizo Martin Schmidt
(1694-1772), uno de los más importantes personajes que ha tenido la historia
misionera. Schmidt se enfrentó a duras críticas por el uso de aquel recurso
didáctico, pero supo defender su posición no solo con buenos resultados sino
también con otro tipo de argumentos, como por ejemplo, la escritura: “vivo y
gozo de buena salud; llevo una vida alegre y hasta alborozada, pues canto –a
veces a la tirolesca-, toco instrumentos que me gustan y bailo también en
rueda, por ejemplo, la danza de espadas. Pero ¿qué dicen los superiores de esta
moda?, preguntará vuestra reverencia. Yo respondo: si soy misionero es porque
canto, bailo y toco música. Sé que la promulgación del evangelio es una obra
apostólica y la sagrada escritura dice: las palabras de los que predican el
evangelio repercutirán hasta los confines del mundo. Vuestra reverencia también
conoce el siguiente pasaje de la sagrada escritura que se encuentra en el mismo
lugar: ´´In omnem terram exiit sonus eorum´´, que confirma lo que digo, pues me
tomo la libertad de traducir sonus por canto. Y yo canto, toco órgano, la
cítara, la flauta, la trompeta, el salterio y la lira. Todas las artes
musicales que antes desconocía en parte, ahora las practico y las enseño a los
hijos de los indígenas […] No sé si vuestra reverencia sabe que los españoles
festejan sus altas fiestas religiosas no solo con canciones, sino con danzas
dando así mayor solemnidad al oficio divino, imitando así el ejemplo de David”.
Es muy importante destacar que el elemento pedagógico no solamente se
centró en aspectos religiosos y de alfabetización, sino también en la enseñanza
de oficios manuales, con el fin de convertir a los indígenas en personas
autosuficientes, capaces de sobrevivir por las habilidades técnicas y
artísticas, y de esa manera hacer frente a las desalmadas ambiciones de
traficantes de mano de obra y otros personajes que se encargaron de manchar con
desprestigio el encuentro entre el viejo y el nuevo mundo, que claramente tiene
episodios de oscuridad pero también de luz y esperanza. Los lugareños pasaron
de ser alumnos a creadores artísticos con un estilo propio de un alto grado de
sofisticación; demostraron tener gran habilidad para la artesanía, la
carpintería, la talabartería, la herrería e hilandería (rasgos que persisten
hasta la actualidad como elementos autóctonos).
La expulsión de los jesuitas
A mediados del siglo XVIII se acusó a los jesuitas de conspiración y en 1767 Carlos III decretó la expulsión de la orden del territorio americano. Respecto a este episodio histórico abundan investigaciones que no vale la pena tocar en esta oportunidad. De resumida manera se puede decir que la organización misionera mermó las fuerzas de los grandes potentados y se interponía en las ambiciones económicas de grupos de poder. Entonces lo más fácil fue inventar una conspiración para acabar con el sistema jesuítico. Curiosamente la resistencia no provino de los jesuitas, éstos más bien no opusieron resistencia de ningún tipo. Fueron los indígenas quienes al conocer la determinación real se opusieron vehementemente y ofrecieron resistencia física, la cual afortunadamente fue calmada por los jesuitas para evitar un derramamiento de sangre. Los indígenas y los jesuitas que habían convivido por más de un siglo y habían dado origen a la peculiar cultura misionera jesuítica tuvieron que despedirse, lo cual resultó doloroso para ambos grupos, así lo narró Schmidt: “Pudimos dejarles y emprender el largo viaje, pero no se puede describir cómo los pobres indios lloraron, sollozaron y gritaron, y qué triste fue la despedida de ellos”. Como es lógico la expulsión causó el derrumbe de la administración y la dispersión de estos pueblos al encontrarse en un estado de indefensión.
La supervivencia
Bajo la nueva administración, hubo crisis social y un alarmante bajón
económico. Además el patrimonio (iglesias, papel musical, obras artísticas
general) poco a poco se deterioró. Sin embargo, a pesar de todos los
avatares que trajo la nueva administración y la posterior edad republicana, los
pueblos conservaron su esencia, no son ruinas, ni mucho menos fósiles, son
pueblos vivos con un interesante y rico folklore que todavía está por
estudiarse.
El descubrimiento de un tesoro
Si bien es cierto que durante el siglo XVIII las misiones llamaron la
atención de viajeros e ilustrados europeos como d´ Orbigny, Castelnau, Bach,
Grondona, entre otros, a partir de fines del XIX empezaron a entrar en el
olvido. Fue hasta el siglo XX, cuando el humanista cruceño Plácido Molina
Barbery “re descubrió” el patrimonio en un estado lamentable. Tocó puertas de
organismos locales, nacionales e internacionales para hacer algo por estos
pueblos. A finales de los años 60 del pasado siglo, la campaña de Molina
empieza a tener eco y recibe fondos de instituciones religiosas de
Centroeuropa. A la fecha se han restaurado los templos de Concepción, San
Miguel, San Rafael, San Javier, Santa Ana y San Ignacio.
En 1972 el arquitecto suizo Hans Roth llegó a Santa Cruz para ayudar en el proceso de refacción y en muchos casos reconstrucción del patrimonio misional. Este proceso es considerado el más grande proyecto de restauración que se ha hecho en el país. Por si fuera poco, Roth descubrió gracias al celoso custodio de los cabildos indígenas 5.000 hojas de música manuscrita que constituyen el Archivo Musical de Chiquitos (convertido en el archivo musical barroco más importante de Latinoamérica). Sin duda uno de los grandes descubrimientos culturales del siglo XX. Es por eso que muchos análogamente comparan a Hans Roth con Martin Schmidt, pues ambos son del mismo país y ambos contribuyeron enormemente a esta empresa misionera considerada una de las más grandes utopías de la historia. Si bien Schmidt fue quien dio el puntapié inicial para realizar esta aventura, fue Roth quien propició gracias a la iniciativa de Plácido Molina el renacimiento de la cultura y los pueblos misioneros.
A fines de los años 80 Plácido Molina cambia de estrategia y gestiona en la
UNESCO la declaración de los pueblos misioneros como patrimonio cultural de la
humanidad. El argumento que se utilizó para alcanzar tan ansiada declaración es
que estamos ante pueblos vivos que a pesar de todas las circunstancias no
favorables mantienen una identidad que merece ser conservada. Finalmente el 12
de diciembre de 1990 el Comité del Patrimonio Mundial hizo la declaración, que
permitió desde entonces promover a estos pueblos como destino turístico
nacional e internacional.
La cultura como factor de desarrollo
El rico caudal del archivo musical que se conservó gracias al celoso
cuidado de los cabildos indígenas y de la acción de la iglesia católica
permitió que en 1995 se cree un festival internacional llamado ``Misiones de
Chiquitos´´. Se advirtió al principio del trabajo sobre la especial importancia
de los Cabildos indígenas; la posibilidad de hacer realidad dicho festival es
la viva muestra de ello. No hay duda de que las misiones de la Argentina y
Paraguay eran más importantes, incluso eran las que proveían de papel musical a
las misiones de Chiquitos, pero gracias a la conservación de las partituras
musicales que se dio en Chiquitos es lo que ahora la convierte en la principal fuente
de música barroca misional en América. Este evento cultural que se realiza cada
dos años ha convertido en uno de los más importantes de su género, en el cual
participan artistas de todas partes del globo.
Conclusiones
A modo de conclusión y para enlazar este breve repaso histórico con aspectos de la asignatura Financiación de Empresas culturales, antes es menester señalar algunos aspectos que pueden parecer una perogrullada, pero que vale la pena recordar:
Todo patrimonio sin uso está condenado a su destrucción. Eso se puso de
claro manifiesto cuando la partida de los jesuitas provocó la dispersión de los
pueblos chiquitanos causando el deterioro del patrimonio monumental. Afortunadamente,
los aspectos identitarios culturales permitieron la refacción y recuperación de
importantes elementos. Apreciar el pasado cultural de los pueblos promueve la
conservación tanto del patrimonio monumental como del inmaterial intangible; el
segundo es compañero del primero por antonomasia.
Se muestra inminente la necesidad de eliminar el prejuicio generado por
quienes pretender manipular la historia: esta época no fue solamente
oscuridad y tristeza; ésta es la viva muestra de lo contrario, hablamos de una
evangelización acompañada con un sentido de humanidad muy aferrado: el
desarrollo de la persona y sus cualidades. Quizá la conclusión más clara y
aceptada sea que las actividades culturales y el turismo son las opciones
disponibles más realistas para mantener viva la identidad de estos pueblos y su
desarrollo socioeconómico.
Como vemos, el panorama es muy positivo para esta región y sus habitantes, el elemento cultural único que poseen estos pueblos, tanto el patrimonial como el intangible, son factores que ayudan a que el desarrollo los acompañe. El hecho de que existan empresas culturales que propicien investigación, turismo, auto sostenibilidad financiera y formación de nuevas generaciones de artistas autóctonos, hace que el patrimonio se halle a buen recaudo. No obstante vale la pena hacer énfasis en lo que refiere a formación de los nuevos artistas, aquello es de vital importancia por el hecho de que significará que esas personas beneficiadas puedan ayudar a su comunidad a alcanzar no solamente el éxito económico, sino también alto grado de satisfacción y autoestima.
El reto está en promover la diversificación de los productos que ofrecen
estas comunidades, es decir, que aquellos conciertos que llevan a cabo se
conviertan en documentales de difusión masiva, discos audiovisuales para el
consumo de particulares de fuera y dentro del país; así como los elementos del
diario vivir, como la indumentaria, las artesanías, comidas e instrumentos
musicales sean fabricados por los lugareños y de esa forma se fomente la
pequeña y mediana industria local. Si bien es cierto que muchos de estos
aspectos están siendo llevados a cabo gracias a la estoica labor de
instituciones filantrópicas, que de manera ejemplar consiguen fondos para la
consecución de los objetivos culturales, esto no basta, pues el desafío está en
convertir la producción chiquitana en elementos preciados de alto valor que
requieran la menor cantidad posible de subvenciones, ya sean éstas públicas o
privadas.
Asimismo, es muy necesario hacer comprender a las autoridades locales que
fomentar estos destinos como atracción turística y centro para inversiones no
solo culturales, sino también empresariales, ayudará a la región a reforzar su
imagen innovadora, progresista y pujante. Las instituciones culturales
supranacionales promueven distintos conceptos para orientar el desarrollo
cultural de los países, uno de aquellos conceptos es la democratización
de la cultura, en este sentido y usando aquel concepto, se podrían
implementar políticas para acercar a la ciudadanía a sentirse partícipe de los
proyectos que se lleven a cabo y así se conviertan en los principales
contribuyentes que consigan hacer sostenible la economía y desarrollo de sus
propios pueblos y alrededores. Por ejemplo, los beneficios fiscales para
pequeñas, medianas y grandes donaciones son una opción muy interesante que
merece ser estudiada con detenimiento.
En definitiva, no hay duda de que los retos son enormes y hay mucho por
hacer. El panorama es alentador y habrá que aprovecharlo al máximo para que el
desarrollo económico producido por las materias primas esté acompañado también
por el desarrollo humano que la cultura suele generar. Lo previsible y
deseable es que de aquella mezcla nazca una economía de servicios que ofrezca
productos con valor añadido, sean estos productos tangibles o intangibles: de
esa manera la región chiquitana y cruceña no olvidará de dónde viene y quién es
y explotará de manera productiva lo mejor de su esencia identitaria.
Bibliografía:
1. Chiquitos: historia de una utopía, Alcides Parejas.
2. Historia del Oriente boliviano: siglos XVI y XVII, Alcides
Parejas.
3. La cultura chiquitana: ensayos y artículos, Alcides Parejas.
4. La Arcadia perdida: una historia de las misiones jesuíticas, Robert
Bontine.
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