Estos días observé que la publicidad de un vehículo en el periódico
decía “incluye impuestos 2016”. Aquello me hizo notar una incoherencia en el
cobro del impuesto a la propiedad de los vehículos automotores, que consiste en
pagar por todo el año sin importar que el vehículo sea comprado, por ejemplo, en
Noviembre o Diciembre.
De esta forma, el ciudadano paga por servicios no recibidos y que no
va recibir. Si una persona decide hacer la compra de su vehículo en Octubre no
debería tener que pagar por los anteriores 9 meses. Lo más justo y correcto
sería que el pago se lleve a cabo en duodécima. Asimismo, tiene sentido que el
impuesto sea cobrado por adelantado, por el servicio a recibir los siguientes
meses del año y no así por meses previos, en los cuales no se hizo uso de la
infraestructura pública.
De esa forma, habría un trato justo entre el fisco y el
contribuyente y, por deducción lógica, el volumen de ventas de vehículos sería
más regular durante todo el año, generando mayor liquidez y margen de ganancia
a las empresas comercializadoras y se evitaría un daño económico a los
involucrados en la transacción. El hecho de que la empresa comercializadora
ofrezca pagarle el impuesto al cliente es un perjuicio económico que se ve
obligada a asumir con tal de lograr sus ventas.
Si anhelamos que se creen más empresas, se generen más puestos de
trabajo y cada vez más ciudadanos cumplan con sus obligaciones y abandonen la
clandestinidad, primero que nada, las reglas deberían no solo ser claras, sino
también justas y coherentes.
Detrás de la competitividad, la agilidad y el bienestar de los
países prósperos y las grandes potencias, existe una maquinaria burocrática
enfocada en dar servicio, atender necesidades y orientar a todos para un bien
común y no para el interés propio. Esa es la forma de generar confianza y
credibilidad hacia las instituciones públicas y sentar las bases de la
sostenibilidad. El rol del ciudadano debe ser siempre el de cuestionar y exigir
cambios.
No comments:
Post a Comment