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February 15, 2013

De renuncias y conspiraciones

La renuncia del papa Benedicto XVI no me causó ningún tipo de estupor, es más, me parece que no debió ser motivo de sorpresa para nadie.
El sucesor de Pedro ya había advertido en el libro “La luz del mundo” (2010) que: cuando un Papa alcanza la clara conciencia de que ya no es física, mental y espiritualmente capaz de llevar a cabo su encargo, entonces tiene en algunas circunstancias el derecho, y hasta el deber, de dimitir.



Al hacerse oficial su renuncia, no se hicieron esperar las odiosas comparaciones con su predecesor Juan Pablo II, algo que a mi criterio es de mal gusto, pues no se puede pretender que todos los santos padres tengan la misma personalidad o la misma manera de ver la vida.

Benedicto XVI no se siente cómodo con las limitaciones propias de la edad y, peor aún, si tiene que acompañarlas con las pesadas y crecientes responsabilidades como guía del catolicismo. Aquel sencillo motivo me parece suficiente para comprender su renuncia; es cierto que estos casos en la historia de la iglesia son pocos, pero no implica que sea algo negativo, el papa ha hecho prevalecer su carácter y su generosa individualidad, considerando que ya no es apto para su cargo y dejando así la posibilidad de que alguien más joven asuma su difícil labor.

Hemos sido testigos de una acción muy humana y muy admirable, el papa nos ha mostrado su desapego al poder, su humildad y sencillez. Tanto es así que hay quienes todavía no pueden creerlo y siguen confabulando improbables conspiraciones.

Durante su pontificado Benedicto XVI ha librado una ardua lucha contra los múltiples problemas de la iglesia, pero también emprendió el reto de clarificar la doctrina para acercarla a los jóvenes, con quienes tuvo una excepcional relación que perdurará en el tiempo. Siento especial admiración por las personas que guardan estrecha relación entre sus palabras y sus actos, el papa ha demostrado ser una de ellas, ha impuesto su criterio y lo que cree correcto para él y los suyos sin importarle los convencionalismos. Soy uno de los tantos jóvenes que tuvo la suerte de verlo de cerca y que gritó ¡Viva el Papa! Y que ahora actualiza y fortalece ese sentimiento de cariño hacia un verdadero líder.  


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