Entre muchos destacados, está el boliviano
Alcides Arguedas y el peruano Ciro Alegría. El esquema básico es la denuncia sobre
el maltrato y las condiciones de vida infrahumanas que padece el vapuleado
nativo americano. En el paceño Arguedas, encontramos un especial énfasis en las
barreras culturales que propician los abusos y un fuerte determinismo
biológico; en el peruano Alegría, el tema recurrente es la sublevación y su
consecuencia, la represión. Por último, una característica compartida entre
ambos, es la polarización de los grupos sociales en bandos: los criollos y los
indios.
A pesar de que los autores mencionados
se limitan a iluminar la realidad indígena desde fuera, sin duda, son grandes
referentes del género. No obstante, la verdadera renovación se dio con el
peruano José María Arguedas, quien de niño, debido a maltratos de su madrastra,
es adoptado por criados indígenas, aprende quechua y conoce la realidad desde adentro.
Lo destacable de su literatura es que no divide la historia entre malos y buenos,
opresores y oprimidos; inteligentemente señala matices para demostrar que en
toda situación hay excepciones. El mejor ejemplo es “Yawar Fiesta” de 1941.
Sería saludable seguir esta
enseñanza, enterrar los paradigmas que no nos dejan avanzar, buscar matices, entender
que los dramas y las injusticias sociales están plagados de excepciones. Esa es
la salida más inteligente y altruista que podemos usar para conseguir la
reconciliación y la convivencia. La verdad, tan escurridiza ella, se la puede
encontrar si buscamos la excepción que rompe la regla, no el discurso de moda o
la polarización. Lo esperanzador es que esto implica dejar sin recurso retórico
a tanto “libertador” y creador de falsos ismos, que hace siglos solo busca
generar fricción y acomplejamiento. ¿Estaremos listos?
http://eldeber.com.bo/vernotacolumnistas.php?id=130117210206
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