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July 5, 2013

El bien común y La Revolución Jigote


Según Santo Tomás de Aquino el bien común es algo indivisible, que puede ser alcanzado y protegido con la colaboración de todos, afecta a la vida de cada individuo y por ello exige la prudencia de las autoridades y los ciudadanos, sin excepción alguna.

El bien común universal es siempre una condición de los bienes individuales, está por encima de ellos y basta con que una persona no lo quiera para que no exista. Generalmente quienes aspiran a cargos públicos, con tal de conquistar el espacio deseado, abusan del término y provocan que éste pierda su verdadero sentido, o al menos, hacen que pierda el valor que debe tener entre la ciudadanía.

Para Aquino, el bien común más bien refiere a muy pocas cosas, no tiene nada que ver con el bienestar económico, ni con determinados servicios o comodidades, sin duda importantes. El fin último no se lo busca por algo ulterior, sino por sí mismo. Por eso, podemos identificarlo en la amistad, la confianza y la paz. Aquellos son bienes en sí mismos, que no podemos manipular para otros propósitos, porque significa destruirlos.

Considero que en la medida de lo posible, las sociedades deben tener sus cimientos en la confianza, la amistad y la paz. Los grupos humanos que lo consiguen son verdaderos espacios de revolución, de la verdadera, de la que no excluye, no decapita, no apunta con el dedo, no busca culpables, ni enfrenta grupos sociales. 

La Revolución Jigote ha nacido en una ciudad que pide a gritos pequeñas acciones individuales de cariño e inclusión, una ciudad que pide una revolución en la que todos deben aportar para hacerla realidad, porque como hemos dicho, basta con que uno no quiera para acabar con la armonía y la convivencia. Enarbolar la bandera revolucionaria siguiendo el camino de la violencia, ha demostrado a lo largo de los siglos que solo nos condena al odio y al empoderamiento de demagogos.



La Revolución Jigote es un creativo acto de amor hacia el espacio donde vivimos, que nos recuerda que todos somos parte del problema y al mismo tiempo parte de la solución. Evitemos nuestro lado mojigote, levantemos el dedo meñique y alcancemos el bien común.  Sabemos que somos un pueblo capaz y sabemos que no es ninguna utopía. 

http://eldeber.com.bo/vernotacolumnistas.php?id=130704222948

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