Según Santo Tomás de Aquino el
bien común es algo indivisible, que puede ser alcanzado y protegido con la
colaboración de todos, afecta a la vida de cada individuo y por ello exige la
prudencia de las autoridades y los ciudadanos, sin excepción alguna.
El bien común universal es
siempre una condición de los bienes individuales, está por encima de ellos y
basta con que una persona no lo quiera para que no exista. Generalmente quienes
aspiran a cargos públicos, con tal de conquistar el espacio deseado, abusan del
término y provocan que éste pierda su verdadero sentido, o al menos, hacen que
pierda el valor que debe tener entre la ciudadanía.
Para Aquino, el bien común más
bien refiere a muy pocas cosas, no tiene nada que ver con el bienestar
económico, ni con determinados servicios o comodidades, sin duda importantes.
El fin último no se lo busca por algo ulterior, sino por sí mismo. Por eso,
podemos identificarlo en la amistad, la confianza y la paz. Aquellos son bienes
en sí mismos, que no podemos manipular para otros propósitos, porque significa
destruirlos.
Considero que en la medida de lo
posible, las sociedades deben tener sus cimientos en la confianza, la amistad y
la paz. Los grupos humanos que lo consiguen son verdaderos espacios de
revolución, de la verdadera, de la que no excluye, no decapita, no apunta con
el dedo, no busca culpables, ni enfrenta grupos sociales.
La Revolución Jigote ha nacido en
una ciudad que pide a gritos pequeñas acciones individuales de cariño e
inclusión, una ciudad que pide una revolución en la que todos deben aportar
para hacerla realidad, porque como hemos dicho, basta con que uno no quiera
para acabar con la armonía y la convivencia. Enarbolar la bandera
revolucionaria siguiendo el camino de la violencia, ha demostrado a lo largo de
los siglos que solo nos condena al odio y al empoderamiento de demagogos.
La Revolución Jigote es un
creativo acto de amor hacia el espacio donde vivimos, que nos recuerda que
todos somos parte del problema y al mismo tiempo parte de la solución. Evitemos
nuestro lado mojigote, levantemos el dedo meñique y alcancemos el bien común. Sabemos que somos un pueblo capaz y sabemos que
no es ninguna utopía.
http://eldeber.com.bo/vernotacolumnistas.php?id=130704222948
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